18 julio 2022

Yo confieso

(I Confess, 1953)

 


11 de julio de 2022

Querido diario: 

Yo confieso: no recordaba que esta película era tan buena. Sí, me gustó mucho en aquel lejano pase de 1989, dentro del ciclo que TVE dedicó al actor Montgomery Clift. Por supuesto, recordaba la línea general del argumento, puesto que me pareció realmente perverso. Pero vista nuevamente, he de decir que me ha sorprendido enormemente y me ha parecido de lo mejorcito de Hitchcock (que ya es decir). ¿Por qué esta película no se incluye en ese grupo de obras selectas del maestro, siempre citadas: "Vértigo", "Psicosis", "Con la muerte en los talones", "Encadenados", "Los pájaros", "La ventana indiscreta"... ¿Por qué ese olvido? ¿Quizá una mala distribución que ha impedido que se pueda ver tanto como las otras? ¿Quizá que Hitchcock llegó a decir que no debió hacerla? No sé.

Hitchcock toma de nuevo uno de sus temas recurrentes (el del falso culpable) y lo lleva al paroxismo a hombros de un sacerdote católico. El argumento da varias vueltas de tuerca, perfectamente posibles, sobre el pobre inocente acusado injustamente. Todo comienza tras el asesinato de un abogado a manos de su jardinero, un pobre diablo, emigrante alemán en Quebec. Al regresar a la parroquia en la que vive acogido junto a su mujer, y en la que ambos trabajan, es sorprendido por uno de los sacerdotes (Montgomery Clift), al que acaba pidiendo confesión. Con esto sería suficiente para sustentar un interesante dilema moral. Pero la trama va más allá: diversos indicios acaban con el clérigo como principal sospechoso de la policía, sin que pueda desvelar al culpable para no romper el secreto de confesión. Y la cosa puede complicarse más aún: el cura silencia asimismo su posible coartada, porque podría perjudicar la reputación de una antigua amiga (Anne Baxter), objeto de chantaje por el fallecido.

El guion, basado en una obra de Paul Anthelme escrita a principios del siglo XX, realiza una perfecta progresión dramática de un relato bastante oscuro, oscuridad que se rompe solo mediante el flashback que explica la relación entre el cura y su amiga. Por supuesto, fueron amantes antes de ordenarse, no vayan a pensar mal y se me escandalicen algunas buenas gentes. Al parecer, en la obra original había un hijo de la pareja, pero la censura se encargó de que ni siquiera pudiera sugerirse ese asunto. Incluso la relación de los amantes se ve bastante suavizada. Los acontecimientos van encadenándose en el guion de forma impecable y verosímil hacia un callejón sin salida para el protagonista. Al mismo tiempo dota de la suficiente profundidad psicológica a los personajes para hacer el relato realmente atractivo.

La puesta en escena recae principalmente en las interpretaciones, con abundandes primeros planos de los rostros. Sobresale, con diferencia, la interpretación de ese gran actor, casi olvidado hoy, que fue Montgomery Clift. Como actor del método que era, realiza una auténtica introspección en su personaje y su rostro habla, incluso cuando no tiene diálogos, especialmente con su profunda mirada. Clift clava al personaje: íntegro, atormentado, fiel a sus principios e incapaz de traicionarlos a pesar del sufrimiento que le puedan ocasionar. Perfectamente podría haber sido nominado al Oscar. A pesar de eso, a Hitchcock no le hacía gracia eso del método y tuvo sus más y sus menos con Clift. Como ejemplo, en una escena, Hitchcock le pidió que mirara hacia arriba al salir de un edificio y Clift respondió que no creía que su personaje hiciese eso. El director le indicó que le daba igual lo que pensara su personaje y que mirase hacia arriba, porque él ya había planificado su película. Destacan también los secundarios, como el siempre solvente Karl Malden (el jefe de policía) o Brian Aherne (el fiscal). Este último se muestra como un bromista en su vida civil, pero inflexible y despiadado dentro del juzgado, aun con sus amigos, lo que me parece otro acierto de guion. El asesino (el alemán O.E. Hasse) también experimenta una transformación: el poble infeliz que ha cometido un error, pasa a ser el desalmado que no duda en implicar cada vez más al sacerdote para deshacerse de él. En este sentido, el punto de inflexión lo marca la escena en la que pide a su mujer que no lave la sotana manchada de sangre que usó el día del crimen. Otra actriz, Dolly Haas (la esposa del asesino) llama la atención en un breve papel, pero clave para la resolución de la historia. Por cierto, que su personaje se llama Alma, como la esposa de don Alfredo.

Curiosamente, en esta película, Hitchcock huyó de los estudios, en los que rodaba más a gusto, y grabó principalmente en exteriores en la ciudad de Quebec y alrededores. Me parece que esto redunda en beneficio del film al dotarlo de mayor naturalidad y credibilidad. El inicio del film muestra una cierta influencia expresionista: una serie de carteles de "dirección única" alternan uno tras otro y "apuntan" hacia una ventana iluminada en la cual se vislumbra un cadáver, seguida de una silueta humana que atraviesa una calle en penumbra. Sin embargo, quizá la mejor escena es aquella en la que Alma sirve el desayuno a los sacerdotes mientras ellos hablan de sus cosas y ella clava su mirada en el hombre que ha escuchado la confesión de su marido intentando leer algo en su rostro.

Pese a ser una obra que Hitchcock acabó, en cierto modo, minusvalorando por su falta de humor y por no ajustarse por completo a sus gustos, y pese a los problemas que encontró en su realización (imposición de Anne Baxter, problemas de método y de alcoholismo con Montgomery Clift), creo que constituye una de sus más brillantes obras maestras (otra más).
 
  
Calificación: 10/10
Recomendación: Obra maestra. Una cinta a reivindicar, apta para todos los paladares.
 
 
Dirección: Alfred Hitchcock
Nacionalidad: Estados Unidos
Género: Drama / Suspense
    Duración: 95 minutos

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Barton Fink

( Barton Fink , 1991) 19 de agosto de 2022 Querido diario:  Acabo de descubrir "Barton Fink" , la única película de los Coen reali...

Entradas más visitadas