(Philomena, 2013)
Querido diario:
He aquí una de esas películas pequeñitas que, de cuando en cuando, surgen y llegan a los cines. Una de esas historias humanas, pero con bastante más enjundia y calidad que esas películas alemanas que inundan las sobremesas de nuestras televisiones. Una película entrañable que se sustenta básicamente en el guion y sus personajes, sin necesidad de grandes efectos ni grandes alharacas técnicas. Una de esas cintas que cada año da que hablar en los Oscar dentro de la categoría de película-pequeña-que-sorprende-en-las-nominaciones.
La historia comienza con un periodista (Steve Coogan) que acaba de ser destituido de un cargo político, tras verse envuelto en un escándalo dentro de su propio partido a raíz de unas declaraciones. Decepcionado y cansado de ese mundo, decide dedicarse a investigar y escribir un artículo de "interés humano" (pese al rechazo que siente por esos temas), cuando, de modo casual, se le presenta una historia en la que ve cierto interés y que, cree, puede resultar más atractiva que el libro de historia de Rusia en el que pretendía centrarse. La historia es la de Philomena, una mujer irlandesa (Judi Dench) que fue madre soltera siendo aún muy joven y a quien escondieron en un convento para que diera a luz y evitar así el escándalo. Pocos años después, las monjas entregaron al niño en adopción sin su consentimiento. Nunca más supo de él. Ella rehízo su vida, sin olvidar jamás al niño, ni contar nunca su historia, hasta el día del 50 cumpleaños del hijo. Ese día, ante la necesidad de desahogarse, le confiesa todo a su hija, quien le ayuda a contactar con el periodista. Tras entrevistarse con ella, visitar juntos el convento y hacer algunas averiguaciones, el periodista decide ayudarla a encontrar el paradero de su hijo y viaja con ella a Estados Unidos, donde se pierde la pista del niño. La investigación subsiguiente deparará aún varias sorpresas.
Ha sido un gustazo encontrar a un Frears en plena forma a cargo de esta cinta. El guion está repleto de toques de humor, derivados, sobre todo, del choque de caracteres entre la anciana, religiosa, algo simple e ingenua, pero siempre amable y encantadora, y el desencantado, ateo e irónico, a veces sarcástico, periodista. Ese humor, sabiamente dosificado, salpica el drama y la tragedia que hay detrás de esta conmovedora historia, que se utiliza, al mismo tiempo, como denuncia del comercio de niños realizado en Irlanda (pero no solo allí) después de la II Guerra Mundial y hasta los años 70. Desde luego, Frears no lo tuvo difícil al basarse en un sólido y magnífico guion, y contar con unas sólidas interpretaciones, sobrias y convincentes. También es destacable hoy día, y es de agradecer, que sea capaz de contar la historia en poco más de hora y media.
La película se centra más en el viaje de los protagonistas y su búsqueda de la verdad, aunque también trata, como telón de fondo, algunos temas incómodos. Incómodos, sobre todo, para la religión católica, debido a las innobles acciones cometidas por ciertas personas e instituciones, y permitidas por las jerarquías eclesiásticas, como es el caso del robo y comercio de bebés, o el trato deshumanizado hacia las madres solteras. Aunque la película no incide mucho en ello, una de las cosas que más me ha llamado la atención es el hecho de que esta mujer tardara 50 años en contar a alguien aquello que la atormentaba, a pesar de la angustia que arrastró toda su vida, víctima de la represión y el miedo provocado por las monjas y convencida por ellas de haber cometido un "pecado mortal". Otro de los temas de la película es, desde luego, el perdón. Perdón que no llegará, precisamente de aquellos que lo pregonan a los cuatro vientos: después de conocer el paradero de su hijo, Philomena perdona a la monja que dio a su hijo y ocultó toda información. Ésta, sin embargo, no pide perdón, convencida que era el justo castigo que correspondía al pecado cometido.
Por otro lado, a lo largo del metraje podemos ver la evolución del periodista, y como su arrogancia y prepotencia se van suavizando ante la madurez y la dignidad de su compañera de viaje. La interpretación de Judi Dench es soberbia, sobria y llena de matices. Es el personaje de la monja el que está peor dibujado, donde vemos un tratamiento más grueso del mismo, sin entrar en sus verdaderas motivaciones o sentimientos (es la mala de la película y ya está).
No hay comentarios:
Publicar un comentario