(Las brujas de Zugarramurdi, 2013)
Querido diario:
Sabes que sigo con interés el cine de Álex de la Iglesia desde hace mucho, concretamente desde que vi "El día de la bestia", que, creo, sigue siendo lo mejor que ha hecho. Hace tiempo que no había podido ver nada suyo, pero, recientemente, he podido rescatar algunas de sus obras que tenía pendientes. Hoy he visto la que más curiosidad me despertaba: "Las brujas de Zugarramurdi".
Estas brujas me han dejado un sabor agridulce, porque reúne lo mejor y lo peor del cine de Álex de la Iglesia.
La historia comienza con un grupo de parados desesperados que atracan una tienda de compraventa de oro en plena Puerta del Sol de Madrid. Este comienzo es de lo más delirante, divertido y visualmente impactante de la película. Visualmente, porque cada uno de esos atracadores lleva un disfraz diferente para no ser reconocidos y pasar desapercibidos entre los mimos y muñecos que pululan por esta plaza madrileña. Uno de ellos (Hugo Silva) está divorciado y se ha visto obligado a ir con su hijo al atraco: otra idea ocurrente y disparatada. Otro (Mario Casas) pierde el coche preparado para la fuga, porque su mujer se lo lleva justo cuando salían del atraco. Así las cosas, se ven forzados a secuestrar un taxi para huir, el cual ya está ocupado por un pasajero (un auténtico sufridor), que también los acompañará en la huida, obligando al taxista a dirigirse hacia la frontera con Francia. Si, como decía Hitchcock, una película debe empezar con un terremoto e ir in crescendo, de la Iglesia logra un terremoto, un tsunami y el choque de un asteroide juntos en el inicio del film.
Comienza entonces una especie de road movie, en la que lo mejor está en los diálogos. Las conversaciones entre los cinco ocupantes del vehículo (los dos atracadores, taxista, pasajero y niño) son hilarantes, un pelín misóginas debido al resentimiento que alberga el atracador divorciado, que acabará poniendo de su parte al taxista. Al mismo tiempo, la policía, que atrapó inmediatamente al resto de la banda, ha logrado identificar a los dos huidos y contactado con la ex del primero (Macarena Gómez). Ésta, encolerizada, sale en busca de su ex marido para recuperar a su hijo, perseguida, a su vez, por los dos inspectores de policía del caso (Pepón Nieto y Secun de la Rosa). A través de los bosques navarros, el taxi llega a la aldea de Zugarramurdi, donde, desorientados, preguntan en un bar habitado por extraños personajes y acabarán en un caserón habitado por una familia de brujas de tres generaciones (Terele Pávez, Carmen Maura y Carolina Bang), que preparan un aquelarre de grandes proporciones ante el advenimiento de la diosa de las brujas, para el que necesitan carne humana que servir a sus invitadas y como sacrificio de su ritual.
Es esta última parte en la que la película comienza a perderse. Al principio con tantas persecuciones y luchas, reiterativas e inútilmente prolongadas. Luego con una subtrama amorosa innecesaria y poco verosímil (y que, encima, deja en evidencia las limitaciones interpretativas de la actriz). Finalmente, con el tedioso y exagerado aquelarre, lleno de efectos especiales, movimientos de cámara, y seres y situaciones grotescos. También hay algunos cameos superfluos, que nos hacen estar más pendiente de ellos que de la trama. Tal cantidad de desvaríos y excesos hacen que se pierda lo conseguido hasta entonces. Por otro lado, sigue habiendo cierta misoginia en el argumento, aunque, se intuye que es algo intencionado acorde a la dirección que toma el guion, hacia ese final lleno de brujas frías, calculadoras y malvadas. A fin de cuentas, la historia trata de brujas y, desde tiempos inmemoriales, la figura de la bruja ha sido utilizada por los hombres para intimidar y demonizar a la mujer. Da la impresión de que ha faltado una cierta autocrítica y un mayor filtro en los guionistas (de la Iglesia y Jorge Guerricaechevarría) a la hora de escribir el desenlace. Lamentablemente, toda esta parte menos interesante es, precisamente, el final y, claro, ese regustillo es lo que te queda al acabar la película, haciéndote olvidar un poco lo bien que te lo has pasado durante los dos primeros tercios de la cinta.
Pese a ese amargo sabor de boca final, hay que poner las cosas en su sitio. Sería injusto juzgar toda la película solo por los defectos del final y no considerar todos los aciertos que tiene. La película está muy bien realizada, Álex de la Iglesia es muy buen director, capaz de lo mejor en una película de acción (algo que ya demostró en la infravalorada "Perdita Durango" o en "Balada triste de trompeta"). El nivel técnico de la película es altísimo: el trabajo de sonido es espectacular, así como la fotografía, el montaje y el maquillaje; en los efectos especiales y visuales también hay logros muy notables, aunque, todo hay que decirlo, algunos son mejorables. Los títulos de crédito son una auténtica maravilla en sí mismos, pero esto es algo a lo que de la Iglesia nos ha acostumbrado en sus películas: nada que envidiar a Saul Bass. El reparto es extraordinario y, en general, todos están perfectos, destacando, como ya es habitual, Terele Pávez. Otros desconocidos sorprenden en su papel (como Jaime Ordóñez, el taxista).
Aún te preguntarás, querido diario, el porqué del título: Zugarramurdi es un pueblecito navarro en el que, en el siglo XVII, la Inquisición llevó a cabo uno de los procesos más famosos contra la brujería en España: 29 personas fueron procesadas, 11 de las cuales acabaron en la hoguera acusadas de brujería.
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