04 julio 2022

Adiós, muchachos

(Au revoir les enfants, 1987)

 


7 de marzo de 2021

Querido diario: 

¿Recuerdas aquella peliculita francesa que descubrimos en televisión en 1991 y que iba de unos niños que estudiaban en un internado durante la época de la ocupación nazi de Francia? ¡Cómo nos impactó aquel final! No hemos podido olvidarlo, ¿verdad? Duro. Desgarrador. Valiente. Sincero. Emotivo. Pero contenido. Sin caer en la sensiblería ni la lágrima fácil. Solo dos palabras ("Adiós, muchachos") y una mirada para decirlo todo.

Pues he vuelto a recuperarla hoy. Me ha sorprendido ese retrato de la Francia ocupada vista a través de los ojos de unos niños que solo son eso, niños entrando en la pubertad, niños que están aún descubriendo las dificultades del mundo que les ha tocado vivir, pese a que ellos son unos privilegiados, niños bien que estudian en un internado católico en el que sus adultos, padres y profesores, tratan de mantenerlos alejados de la realidad que azota a su país en ese momento.

Tras presentarnos a Julien, el protagonista, y su familia, la historia comienza realmente cuando, tras la Navidad, aparece Bonnet, un nuevo alumno con algo misterioso. Entre Julien y Bonnet acaba surgiendo una amistad, forjada también sobre una cierta rivalidad que mantienen al ser dos alumnos brillantes. Poco a poco, Julien descubre que su amigo es judío, y que el director y los profesores del centro lo están ocultando. El final, creo, ya se intuye.
 
Narrada con un tono sobrio y realista, es un retrato perfecto de la dureza de esos tiempos, del frío que sufren (y que te llega hasta el sofá), de la austeridad que impone la guerra. Está repleta de numerosos pequeños detalles de la vida de los chicos que transmiten esa realidad: el trapicheo con la comida que le envían sus padres (un auténtico mercado negro en el internado, que es lo que provocará el giro de la historia); la enuresis nocturna; los juegos; las peleas; los primeros cigarrillos...
 
Me han llamado especialmente la atención dos cosas: una es la práctica ausencia de música durante todo el metraje, lo que contribuye a la sensación de sobriedad y austeridad. La segunda es que las únicas risas de los chicos se produzcan cuando los curas les proyectan la película "Charlot emigrante": el cine como catarsis que les libera de la realidad por unos minutos.
 
Cuando termina, te preguntas cómo pudo el director y guionista, Louis Malle, conseguir ese tono realista tan perfecto de toda la película: historia, situaciones, ambientación... Luego te enteras de que la película tiene algo de autobiográfico, que se inspira en una experiencia personal que Malle sufrió en su niñez y arrastró dentro de sí durante mucho tiempo, una experiencia que solo cuarenta años después fue capaz de dejar salir para contar esta historia
 
En fin, una de las mejores películas sobre el fin de la inocencia, sobre la fidelidad y la traición.


Calificación: 10/10
Recomendación: Obra maestra que deberían ver todos los jóvenes de hoy para aprender la importancia real de las cosas.
 
 
Dirección: Louis Malle
Nacionalidad: Francia/R.F.Alemana
Género: Drama
Duración: 104 minutos
 




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