24 julio 2022

El milagro de P. Tinto

 (El milagro de P. Tinto, 1998)

 


20 de julio de 2022

Querido diario: 

Hay películas en las que te metes, y te pueden gustar más o menos, y otras en las que, por una u otra razón, no logras entrar. En esta que te comento hoy, confieso que yo entro... y de cabeza, porque el universo de Javier Fesser está muy cercano al humor que me ha gustado siempre. Pero entiendo que haya personas que no comulguen con el espíritu desquiciado de la película y no sean capaces ni de acabarla.

"El milagro de P. Tinto" es casi una anomalía dentro del mundo del cine. Pocas películas hay que se le parezcan. Recuerdo mi regocijo ante cada una de las escenas y las carcajadas que me provocaba cada uno de sus innumerables chistes y gags cuando la vi en su estreno en cines. Me sigue pareciendo extraordinaria. Quizá no me río tanto como antes, pero eso me pasa ya con todo: debe ser cosa de la edad, del hastío o del desencanto. Menos mal que están las películas, que te hacen olvidarte de todo lo demás por un par de horas. ¡Pedazo de invento el cine, macho!

El argumento es la historia de P. Tinto (Luis Ciges), heredero de una fábrica de obleas con convenio con el Vaticano, cuyo único sueño desde niño ha sido el de tener familia numerosa. P. Tinto se casa con Olivia (Silvia Casanova), su prometida desde el colegio y de la que, durante muchos años, sospecha que es ciega. Pero los niños no llegan, a pesar de que están todo el día intentándolo, venga tralarí, tralarí, y pidiéndolo a San Nicolás. Entre tanto, acabarán adoptando una pareja de marcianitos (Javier Aller y Emilio Gavira) que llegan a la Tierra en su ovni Topollino Coupé. Un día, muchos años despues, aparece Pancho José (Pablo Pinedo), un buen mozo ya crecidito, pero que tiene las características propias de los P. Tinto, y que llega con Usillos (Janfri Topera), un autónomo dedicado a las reformas y aficionado a la ufología, que se queda eternamente en casa de los P. Tinto para reformar la biblioteca.

Pero "El milagro de P. Tinto" no es eso. El argumento así contado puede parecer un poco chorras..., pero la película lo supera. Ese es solo el eje argumental que articula la cinta, que, en realidad, está construida a base de escenas, gags, chistes, objetos y, claro, personajes, los cuales resultan a un tiempo despreciables y entrañables. Todo ello con una atmósfera absurda, mágica, esperpéntica e irreal (más bien surreal), y un aire de cómic o, más acertadamente, de auténtico tebeo (nótese la diferencia). Única e irrepetible.

Quienes ya conocíamos los dos imprescindibles cortometrajes anteriores de Fesser, no nos sentimos tan sorprendidos por su estilo, sino más bien entusiasmados, porque superaba las expectativas creadas. Porque P. Tinto bebe tanto del humor de "Aquel ritmillo" como, sobre todo, del estilo visual y la irreverencia de "El secdleto de la tlompeta". Irreverencia que afecta, incluso, a los convenios de la narración cinematográfica. De hecho, en muchos aspectos, casi podríamos decir que P. Tinto es una "secuela" de este último corto. Hasta ciertos personajes parecen pasar del corto al largo: los personajes de Pablo Pinedo; el albañil que contruye la barbacoa de "El secdleto..." y Usillos; el portero del corto y el empleado en la factoría de P. Tinto; las bombonas de butano...

Desde luego, la película no pertenece precisamente al neorrealismo. Fesser construye un universo aparte, con sus propias reglas, manipulando la realidad y tirando de toda suerte de hipérboles, demostrando gran imaginación y creatividad. El aderezo es una enorme y continua dosis de humor absurdo, grotesco, surrealista, a veces, grueso y burdo, pero con el que es imposible no reírse (el yunque, por poner un ejemplo).

Son muchas las fuentes de las que se nutren los Fesser para construir la película. Digo los Fesser porque, aunque dirigida por Javier, el guion está coescrito por él y su hermano Guillermo, mitad del añorado dúo Gomaespuma. No le hacen ascos a nada, siempre que encaje con lo que quieren contar. El film comienza con un falso cortometraje en blanco y negro hablado en un idioma inventado que nos cuenta la procedencia de Panchito José y con un aspecto de cine de terror, casi expresionista. Hay también una secuencia musical, casi al final, en la que un grupo de cocineros bailan alrededor del nuevo tipo de obleas creadas por Panchito (pizza-obleas). Por supuesto, la mayoría de las referencias están claramente inspiradas en los Looney Tunes y en los tebeos, sobre todo de Mortadelo y Filemón (recuerda, querido diario, que Fesser rodó más tarde dos películas basadas en estos personajes): golpes, caídas, atropellos, artilugios de marca Mikasa (no de marca Acme, que son extranjeros), etc. Tiene también diversas referencias cinéfilas: un claro homenaje-parodia a "E.T., el extraterrestre" (toda la secuencia en la que científicos de la NASA entran en casa de los P. Tinto), a "Ciudadano Kane" (la alambrada en el falso corto del comienzo), a "Teléfono rojo. ¿Volamos hacia Moscú?" (Pablo Pinedo volando a lomos del cohete de P. Tinto), "Regreso al futuro" (el inicio del viaje en el tiempo y el interior del ovni), el NO-DO, y Joselito, el pequeño ruiseñor (el niño del NU-DO).

Todo ese batiburrillo funciona perfectamente en manos de unos personajes descacharrantes y alocados. Aparte de los ya mencionados, destacan todos los secundarios: el padre Marciano, sacerdote y profesor de P. Tinto (interpretado por Tomás Sáez); el director del manicomio del que escapa Panchito al inicio (Pepe Viyuela); el siempre ocupado empleado de la fábrica P. Tinto (Germán Montaner); el cartero (Eduardo Gómez); la madrastra de Joselito (Nuria González) y sus repelentes gemelos..., y otros muchos en papeles menores. Entiendo que algunos de estos personajes resulten desagradables: la tacañería y mala leche de Olivia (hasta que le quitan el nudo que la oprimía toda la vida), los interesados y oportunistas marcianitos, el sadismo del padre Marciano, la xenofobia de Usillos, etc. Pero el humor con el que son tratados todos ellos y las situaciones en las que están involucrados, dan lugar a un conjunto casi entrañable, o, cuando menos, divertido. Desde luego, resulta difícil tomarse en serio a unos personajes más próximos a las viñetas que a la realidad.

Otra potente herramienta es la selección musical que ayuda a ambientar la película en otra época (años 60), al tiempo que, por sí misma, provoca la risa. Algunas de las canciones suenan tal cual eran (por ejemplo, la maravillosa "Mirando al mar" de Jorge Sepúlveda, "Eres fea" de Los Tres Carino, "Paseando con papá" de Tommy o el "Yeh Yeh" de Los Tres Sudamericanos) y otras tienen su letra adaptada para la ocasión (como "Tengo un ovni formidable", adaptación de "Mi vaca lechera", o "A lo loco con P. Tinto", interpretada por Celia Cruz y Pau Donés, que adapta el "A lo loco" de Luisa Linares). Desde luego, esta banda sonora ya mítica, se suma también al imaginario de la película, junto con la decoración, que merece mención aparte con su atrezzo inolvidable, toda la parafernalia de objetos cutres que utilizan los personajes y que parecen creados por Francisco Ibáñez: la herramienta multiusos, el ovni con aspecto de Seiscientos, el cohete, las bombonas, el succionador universal, el detector de extraterrestres, el medidor telemétrico... Destacan también los logradísimos efectos especiales, ganadores del premio Goya de aquel año. 

Puede que no sea objetivo con ella (ni era mi intención: es lo que pasa con las películas de culto), pero me parece que nada sobra en la película. Lo que sobraba ya fue eliminado por Fesser, siguiendo la máxima de Usillos: "Si hay que sanear, se sanea". Si acaso, falta algo: darle cierto protagonismo a algún botijo.

Una película técnicamente perfecta, dirigida con gran solvencia, que cuenta con un montaje excelente y que espero volver a ver pronto. Desde luego, mucho antes de que pase de nuevo el Expreso Pendular del Norte.
   
  
Calificación: 9/10
Recomendación: Para amantes del humor y el absurdo.
 
 
Dirección: Javier Fesser
Nacionalidad: España
Género: Comedia
     Duración: 107 minutos

21 julio 2022

Ocho sentencias de muerte

 (Kind Hearts and Coronets, 1949)

 


3 de abril de 2022

Querido diario: 

Voy a serte sincero, pero no se lo cuentes a nadie: pese a su fama, aún no he visto la mayoría de los clásicos de los Estudios Ealing. De hecho, solo habré visto uno o dos. Otra asignatura pendiente que tengo para recuperar. Empiezo hoy mismo a ponerme al día con uno de sus títulos más reputados.

Los Estudios Ealing presumen de ser los estudios de cine más antiguos del mundo aún en activo. Inaugurados en 1902 en el distrito de Ealing, en el West London, sufrieron varios cambios de nombre hasta que, en los años 30, fueron bautizados con el que se hicieron populares. Evidentemente, en ellos se rodaban todo tipo de producciones, pero su fama mundial se debe, principalmente, a una serie de comedias realizadas en los años 50 y finales de los 40, en las que se satirizaba la sociedad británica de la época. Entre ellas, destacan "Oro en barras", "El quinteto de la muerte" o esta de la que hoy te hablo.

"Ocho sentencias de muerte" es el título que se le dio en España a "Kind Hearts and Coronets", es decir, "corazones amables y coronas" (o diademas). ¡Ejem! Cosas que pasan. Dirigida por el poco conocido Robert Hamer, adapta libremente una novela de Roy Horniman escrita a principios del siglo XX.

La historia comienza en prisión, donde Louis Mazzini D'Ascoyne, décimo duque de Chalfont (interpretado por Dennis Price), pasa su última noche escribiendo sus memorias antes de ser ejecutado, y provocando la admiración de carceleros y verdugo, debido a la extrema serenidad y entereza con la que afronta la situación (lo que viene siendo la famosa flema británica). El resto de la película, excepto el final, es un largo flashback en el que el duque cuenta su vida y obras. Gracias a él, sabemos que su madre, noble de nacimiento, fue repudiada por su familia debido a su matrimonio con un cantante de ópera italiano. Incluso al morir, se le niega la posibilidad de ser enterrada en el mausoleo familiar. El joven Louis decide vengarse asesinando a los ocho familiares que le preceden en la línea de sucesión al título de duque. Uno a uno va estableciendo contactos y liquidándolos de forma sistemática. A pesar de ser tan paciente y metódico, acaba siendo juzgado y condenado por el único crimen que no ha cometido, merced al despecho de una amante.

Con este argumento, podría construirse un thriller sobre un asesino en serie. Pero no. La película es una comedia (negra, muy negra, pero comedia), rodada con la elegancia y el buen gusto típicos de una película británica de los 40. Los crímenes son planificados y mostrados de forma cómica, provocando la sonrisa frente a la tragedia. Todos los parientes asesinados están interpretados por un mismo actor: el siempre competente Alec Guinness (sí, eso es, el coronel Nicholson de "El puente sobre el río Kwai").

El guion funciona con la exactitud de un reloj suizo, hilvanando con precisión la historia del nuevo duque en una narración sin mella alguna. Al mismo tiempo, disecciona y critica (no de forma abierta, pero sí solapada e irónicamente) la sociedad británica de la época: las jerarquías, las diferencias sociales, las apariencias, la pena de muerte... Muchas veces esa crítica se da a través de los detalles, como al comienzo, cuando llega el verdugo e intenta averiguar cómo debe dirigirse al conde, contento de poder usar por fin la cuerda de seda y no la soga habitual. Y, por supuesto, a través de ese clan de excéntricos aristócratas que viven como les viene en gana, tranquilos y seguros de sí mismos, con la seguridad de que su cuna les respalda. Eso sí, la hipocresía, el chantaje o los más bajos instintos siempre se ejecutan con educación y exquisitez.

Las interpretaciones también contribuyen, en gran medida, a la notable calidad del film: Price está impecable dando vida al cínico protagonista, mientras que Guinness borda (como es habitual en él) cada uno de sus personajes. Asimismo, el resto del reparto está a la altura esperada.

Aunque no voy a desvelarte el final, querido diario, sí te contaré, como anécdota, que en Estados Unidos hubo que añadir un plano de unos pocos segundos a la secuencia final, para mostrar que el asesino recibiría su justo castigo, ya que la película original dejaba en el aire un importante detalle, dando lugar a una cierta ambigüedad. Solo de ese modo, la censura dio su aprobación para su estreno en USA.
 
Una comedia perfecta e inteligente, repleta de mala idea y socarronería, que se sigue con interés y con una sonrisa permanente en los labios y en el cerebro.
 
Y después de ver esta gema, querido diario, me pregunto si podré, algún día, volver a ver aquella otra joyita de la Ealing titulada "Passport to Pimlico".
  
  
Calificación: 9/10
Recomendación: Excelente. Una cinta aún a descubrir por mucha gente.
 
 
Dirección: Robert Hamer
Nacionalidad: Reino Unido
Género: Comedia
     Duración: 106 minutos

19 julio 2022

Superman

 (Superman, 1978)

 


28 de mayo de 2022

Querido diario: 

Ahora que están tan de moda las películas basadas en cómics de superhéroes, me ha parecido oportuno revisar una de las sagas clásicas: la de Superman, con el malogrado y ya legendario Christopher Reeve.

Por supuesto, he comenzado con el film que dio inicio a dicha saga. La cuestión es que, a pesar de haberla visto varias veces y creer conocerla bien, esta nueva revisión me ha permitido descubrir algunos aspectos interesantes totalmente pasados por alto en anteriores visionados. Por otro lado, la facilidad de hoy día para acceder a la información, me ha servido para comprobar que su rodaje fue casi más apasionante que la película en sí.

 

EL RODAJE

Empezando por el principio, por su génesis, "Superman" nació del empeño de dos productores independientes: Alexander Salkind e Ilya Salkind (padre e hijo, respectivamente). Tras hacerse con los derechos y aceptar las imposiciones de DC, editora del cómic, contrataron como guionista nada menos que a Mario Puzo (autor de la novela y el guion de "El padrino"). La idea inicial era hacer una adaptación seria y bien realizada del cómic, huyendo del aspecto y simplicidad propias de anteriores adaptaciones de serie B, como el Superman y el Batman televisivos de los años 50 y 60. Además, confiando en el éxito, decidieron hacer la película en dos partes, así que el guion resultante fue un auténtico mamotreto difícil de manejar por su extensión. Al mismo tiempo intentaron buscar una estrella de Hollywood para el papel de Superman, pero la cosa no resultó fácil: la opción inicial, Robert Redford, rechazó amablemente, cosa que también hicieron otros actores como Paul Newman. Entretanto contrataron como director a Richard Donner, debido a su reciente éxito con "La profecía", quien vio las enormes posibilidades y se enamoró del proyecto.

Con el primer guion ya finalizado y sin protagonista, el tiempo pasaba y no tenían inversores ni estudios que avalaran su realización. Así que decidieron cambiar de estrategia: intentarían contratar estrellas para papeles secundarios y el protagonista sería algún desconocido. Y... ¡bingo! Ofrecieron el personaje de Jor-El, padre biológico de Superman, nada menos que a Marlon Brando. Su caché era altísimo debido a sus recientes éxitos con "El padrino" y "El último tango en París", pero los Salkind accedieron, con la esperanza de atraer a nuevos miembros e inversores. Brando aceptó, no por el guion (que ni siquiera se molestó en leer, convencido de estar participando en una mierda), sino por el dinero que necesitaba para mantener su tren de vida, su isla y esas cosillas de la gente sencilla. Cobró 4 millones de dólares por sus 10 o 15 minutos en pantalla. Con el sí de Brando, otra estrella se unió: Gene Hackman, muy popular entonces a raíz de "The French Connection", "La conversación" y "La aventura del Poseidón", aceptó el papel del villano Lex Luthor. Ahora sí, con Brando, Hackman y Puzo, el proyecto comenzó a interesar a Warner Bros., mientras otros conocidos actores se iban sumando: Glenn Ford, Trevor Howard, Jackie Cooper, Terence Stamp, Susannah York, Ned Beatty... Al mismo tiempo se organizó un casting para buscar primero a Superman y, más tarde, a Lois Lane, papeles que recayeron en Christopher Reeve y Margot Kidder.

El director Richard Donner decidió que rodarían simultáneamente las dos partes de la película, optimizando así el uso de los recursos: decorados, actores, equipo, etc. Donner sabía que el éxito de la película residía en dos cosas: una, convencer al público de que Superman volaba de verdad. Para ello se rodeó de todo un equipo de expertos en efectos especiales que, día a día, iban inventando, creando y mejorando nuevas técnicas y trucos visuales, nunca hechos hasta ese momento y que resultaron creíbles en pantalla (de hecho, la película se estrenó con la frase publicitaria "Usted creerá que un hombre puede volar"). Esto supuso un considerable retraso en el rodaje y que el presupuesto se le fuera de las manos. La segunda cosa era que la historia de amor entre Superman y Lois debía funcionar, así que contrató a otros guionistas que pulieran el primer guion de Mario Puzo y aportaran nuevas ideas y detalles (uno de ellos fue Robert Benton, director y guionista, que triunfaría poco después con "Kramer contra Kramer").

"Superman" no se estrenó, como se había publicitado, en el verano de 1978. Los continuos retrasos de Donner y el gasto desbocado habían enrarecido el ambiente, hasta el punto de que los productores y él no se hablaban. Estos, además, contrataron a otro director que ya conocían, Richard Lester, para que actuara como interlocutor (¿o pensaban hacer otra cosa?). El caso es que, llegados a este punto, exigieron a Donner que dejara de lado "Superman II" (de la que ya había rodado el 70 %) y se centrara en terminar la primera parte para estrenar en Navidad. Los nuevos plazos se cumplieron y el éxito fue arrollador.

 

LA PELÍCULA

El argumento de este clásico es bien conocido: en el lejano planeta Krypton, a punto de ser destruido en una catástrofe geológica, el científico Jor-El (Marlon Brando) y su esposa (Susannah York) deciden salvar a su único hijo enviándolo a la Tierra a bordo de una nave. A su llegada, el niño manifiesta unos poderes sobrehumanos y es acogido por una pareja de Smallville (Glenn Ford y Phyllis Thaxter), un pequeño pueblo estadounidense, donde se cría en los valores paternos hasta la juventud. Tras la muerte de su padre adoptivo comienza a buscar respuestas que encontrará en el extraordinario legado que su padre biológico envió con él y decide emplear sus cualidades únicas para ayudar a los seres humanos. Decide mantener una doble identidad, buscando trabajo como un torpe reportero en un periódico de Metrópolis, mientras se revela al mundo como Superman. Inmediatamente se gana el afecto de la gente con sus acciones, pero pronto encontrará un poderoso rival: Lex Luthor (Gene Hackman), un inteligente villano, para quien Superman supone un estorbo, al ser el único capaz de alterar su propósito de cambiar el perfil de la costa oeste de California mediante una explosión nuclear que active la falla de San Andrés, con el único objetivo de obtener grandes beneficios en sus planes de especulación inmobiliaria.

Hasta este nuevo visionado, nunca había caído, en los paralelismos existentes entre la religión cristiana y el guion/cómic. En cuanto al origen de Superman, creo que, quien más quien menos, sí había caído alguna vez que Superman se asimila, en cierto modo, a Jesucristo: un hombre todopoderoso enviado por su padre a la Tierra para ayudar a la humanidad. Pero, además, su salida recuerda un poco el nacimiento de Moisés: ante una catástrofe anunciada, sus padres lo colocan en una cesta/nave y lo envían por el Nilo/espacio para salvarlo de la muerte. Ya de adulto se convertirá en la luz y el salvador de su pueblo.
 
Por otro lado, el guion está estructurado en tres grandes bloques correspondientes a edades concretas del personaje: el origen de Kal-El (nombre real de Superman) y su salida de Krypton; un bloque más breve, su etapa más desconocida, de su infancia/juventud en Smallville y la búsqueda de conocimiento a través del diálogo con Jor-El; y la parte más larga, su edad adulta en Metrópolis cuando se da a conocer a través de sus acciones. Una cierta semejanza con lo que ocurre en los evangelios con el relato de la vida de Jesús: su origen, nacimiento y la huida a Egipto; un episodio de su anónima infancia (el encuentro con los doctores en el templo); y la más extensa, con su vida pública, en la que da a conocer su mensaje, con sus obras y milagros. Grande, Mario Puzo.

La película sigue funcionando perfectamente, aunque dudo que pueda resultar tan atractiva al público de hoy, a los millennials, acostumbrados a un ritmo más frenético y más peleas en las películas de acción. Y, por supuesto, a efectos digitales impresionantes. Puede que los efectos de "Superman" ya estén superados, pero hay que reconocer que estaban muy bien hechos para ser solo efectos mecánicos y ópticos (no, aún no se usaban ordenadores), que Superman volaba muy bien (incluso mejor que en algunas de las secuelas) y que conserva el sabor de lo clásico y artesanal. Y no, no se notan nada en muchas escenas (es cierto que en otras, notamos "algo raro" debido a las retroproyecciones, maquetas y la cámara marcha atrás). De hecho, los efectos fueron una revolución en su momento y ganaron el Oscar de aquel año. Otro deberían haberle dado a Christopher Reeve por la elegancia en su vuelo y aterrizajes: gran parte de hacerlo creíble procede de su interpretación. También merecen elogio los impresionantes decorados, especialmente los de la fortaleza de solitud, la guarida donde Superman se retira a "conversar" con su padre. Tal es así, que "Superman Returns" los recreó de nuevo en 2006. Lo mismo que el vestuario diseñado por la hispano-británica Yvonne Blake, que luce sobre todo en los malos.
 
Pero no solo de efectos vive el cine. Destaca también la química entre sus actores, tanto entre Margot Kidder (que interpreta a Lois Lane) y Christopher Reeve (ya sea bajo la apariencia de Superman o la de Clark Kent), como entre Gene Hackman (el supervillano Lex Luthor) y sus secuaces (Ned Beatty y Valerie Perrine), quienes llevan sobre sus hombros la mayoría de la parte cómica del film. Y lo hacen estupendamente, la película gana muchos enteros cuando aparecen. Añadir que Christopher Reeve lo hacía realmente bien interpretando de forma diferente, en el habla, la pose y los movimientos a cada una de las dos encarnaciones de su personaje y, aunque es lugar común la broma de que entre uno y otro solo intermedia un cambio de gafas, Reeve convence en ese doble papel.

La parte de Krypton resulta interesante y llamativa, e incluye un hecho que podría parecer gratuito, pero que, en realidad, sirve de nexo con la secuela, como es el juicio de los tres criminales condenados a vagar eternamente en la zona fantasma. La parte de la infancia y juventud de Superman en Smallville, se me hace excesivamente corta. Me agrada bastante todo ese segmento y echo en falta más momentos de la vida con sus padres adoptivos. (Alguien debió pensar lo mismo, e hizo una serie de televisión entera bajo ese título). Es la última secuencia de esta parte (el retiro de Superman a la fortaleza de solitud), donde se alcanza la mayor hondura psicológica de un personaje en busca de su pasado, en busca del padre y en busca de respuestas: ¿quién soy?, ¿de dónde vengo?, ¿por qué estoy aquí?, ¿cuál es mi destino? En la última parte, como ya he dicho destaca sobre todo el personaje de Lex Luthor y es la parte de aventuras y proezas. También en esta parte encontramos los peores excesos y las cosas que más chirrían: Superman entrando en la falla para revertir el movimiento, y luego cambiando la rotación de la Tierra para... ¡¡¡que el tiempo vaya hacia atrás!!! Señores guionistas: terminar una buena historia con semejante disparate... Ya les vale. Admitamos que Superman pueda cambiar el sentido de la rotación terrestre (que ya es poder), pero eso solo cambiaría la rotación, ¡¡no el tiempo!! Lástima. Demasiado poder para un solo superhombre. Y todo ello por amor: el más grande encoñamiento que ha narrado el cine.

 
LA EDICIÓN ESPECIAL
 
En el año 2000, se hizo un nuevo montaje, supervisado por Richard Donner, en el que se incluyeron algunas escenas descartadas en su momento de la película original. Entre ellas destacan: una conversación más larga del juicio y de la reunión del consejo de Krypton (que resulta interesante); un breve diálogo en el que descubrimos que la niña que ve correr al joven Clark Kent junto al tren, en Smallville, resulta ser Lois Lane (simpática, pero prescindible); una nueva conversación de Superman con Jor-El en la fortaleza de solitud, después de revelarse al mundo (bastante interesante); la destrución del cartel de Hollywood durante el terremoto (prescindible); y una serie de trampas que Superman debe superar antes de conseguir acceder a la guarida de Luthor (pura acción y espectáculo, que queda bastante bien). No soy muy amante de nuevos remontajes, pero este no está mal del todo.
 
   
Calificación: 8/10
Recomendación: Para disfrutar y volver a sentirse niño.
 
 
Dirección: Richard Donner
Nacionalidad: Estados Unidos/Gran Bretaña/Canadá
Género: Ciencia-ficción
    Duración: 143 minutos

18 julio 2022

Yo confieso

(I Confess, 1953)

 


11 de julio de 2022

Querido diario: 

Yo confieso: no recordaba que esta película era tan buena. Sí, me gustó mucho en aquel lejano pase de 1989, dentro del ciclo que TVE dedicó al actor Montgomery Clift. Por supuesto, recordaba la línea general del argumento, puesto que me pareció realmente perverso. Pero vista nuevamente, he de decir que me ha sorprendido enormemente y me ha parecido de lo mejorcito de Hitchcock (que ya es decir). ¿Por qué esta película no se incluye en ese grupo de obras selectas del maestro, siempre citadas: "Vértigo", "Psicosis", "Con la muerte en los talones", "Encadenados", "Los pájaros", "La ventana indiscreta"... ¿Por qué ese olvido? ¿Quizá una mala distribución que ha impedido que se pueda ver tanto como las otras? ¿Quizá que Hitchcock llegó a decir que no debió hacerla? No sé.

Hitchcock toma de nuevo uno de sus temas recurrentes (el del falso culpable) y lo lleva al paroxismo a hombros de un sacerdote católico. El argumento da varias vueltas de tuerca, perfectamente posibles, sobre el pobre inocente acusado injustamente. Todo comienza tras el asesinato de un abogado a manos de su jardinero, un pobre diablo, emigrante alemán en Quebec. Al regresar a la parroquia en la que vive acogido junto a su mujer, y en la que ambos trabajan, es sorprendido por uno de los sacerdotes (Montgomery Clift), al que acaba pidiendo confesión. Con esto sería suficiente para sustentar un interesante dilema moral. Pero la trama va más allá: diversos indicios acaban con el clérigo como principal sospechoso de la policía, sin que pueda desvelar al culpable para no romper el secreto de confesión. Y la cosa puede complicarse más aún: el cura silencia asimismo su posible coartada, porque podría perjudicar la reputación de una antigua amiga (Anne Baxter), objeto de chantaje por el fallecido.

El guion, basado en una obra de Paul Anthelme escrita a principios del siglo XX, realiza una perfecta progresión dramática de un relato bastante oscuro, oscuridad que se rompe solo mediante el flashback que explica la relación entre el cura y su amiga. Por supuesto, fueron amantes antes de ordenarse, no vayan a pensar mal y se me escandalicen algunas buenas gentes. Al parecer, en la obra original había un hijo de la pareja, pero la censura se encargó de que ni siquiera pudiera sugerirse ese asunto. Incluso la relación de los amantes se ve bastante suavizada. Los acontecimientos van encadenándose en el guion de forma impecable y verosímil hacia un callejón sin salida para el protagonista. Al mismo tiempo dota de la suficiente profundidad psicológica a los personajes para hacer el relato realmente atractivo.

La puesta en escena recae principalmente en las interpretaciones, con abundandes primeros planos de los rostros. Sobresale, con diferencia, la interpretación de ese gran actor, casi olvidado hoy, que fue Montgomery Clift. Como actor del método que era, realiza una auténtica introspección en su personaje y su rostro habla, incluso cuando no tiene diálogos, especialmente con su profunda mirada. Clift clava al personaje: íntegro, atormentado, fiel a sus principios e incapaz de traicionarlos a pesar del sufrimiento que le puedan ocasionar. Perfectamente podría haber sido nominado al Oscar. A pesar de eso, a Hitchcock no le hacía gracia eso del método y tuvo sus más y sus menos con Clift. Como ejemplo, en una escena, Hitchcock le pidió que mirara hacia arriba al salir de un edificio y Clift respondió que no creía que su personaje hiciese eso. El director le indicó que le daba igual lo que pensara su personaje y que mirase hacia arriba, porque él ya había planificado su película. Destacan también los secundarios, como el siempre solvente Karl Malden (el jefe de policía) o Brian Aherne (el fiscal). Este último se muestra como un bromista en su vida civil, pero inflexible y despiadado dentro del juzgado, aun con sus amigos, lo que me parece otro acierto de guion. El asesino (el alemán O.E. Hasse) también experimenta una transformación: el poble infeliz que ha cometido un error, pasa a ser el desalmado que no duda en implicar cada vez más al sacerdote para deshacerse de él. En este sentido, el punto de inflexión lo marca la escena en la que pide a su mujer que no lave la sotana manchada de sangre que usó el día del crimen. Otra actriz, Dolly Haas (la esposa del asesino) llama la atención en un breve papel, pero clave para la resolución de la historia. Por cierto, que su personaje se llama Alma, como la esposa de don Alfredo.

Curiosamente, en esta película, Hitchcock huyó de los estudios, en los que rodaba más a gusto, y grabó principalmente en exteriores en la ciudad de Quebec y alrededores. Me parece que esto redunda en beneficio del film al dotarlo de mayor naturalidad y credibilidad. El inicio del film muestra una cierta influencia expresionista: una serie de carteles de "dirección única" alternan uno tras otro y "apuntan" hacia una ventana iluminada en la cual se vislumbra un cadáver, seguida de una silueta humana que atraviesa una calle en penumbra. Sin embargo, quizá la mejor escena es aquella en la que Alma sirve el desayuno a los sacerdotes mientras ellos hablan de sus cosas y ella clava su mirada en el hombre que ha escuchado la confesión de su marido intentando leer algo en su rostro.

Pese a ser una obra que Hitchcock acabó, en cierto modo, minusvalorando por su falta de humor y por no ajustarse por completo a sus gustos, y pese a los problemas que encontró en su realización (imposición de Anne Baxter, problemas de método y de alcoholismo con Montgomery Clift), creo que constituye una de sus más brillantes obras maestras (otra más).
 
  
Calificación: 10/10
Recomendación: Obra maestra. Una cinta a reivindicar, apta para todos los paladares.
 
 
Dirección: Alfred Hitchcock
Nacionalidad: Estados Unidos
Género: Drama / Suspense
    Duración: 95 minutos

17 julio 2022

Philomena

 (Philomena, 2013)

 


 
14 de mayo de 2022

Querido diario: 

He aquí una de esas películas pequeñitas que, de cuando en cuando, surgen y llegan a los cines. Una de esas historias humanas, pero con bastante más enjundia y calidad que esas películas alemanas que inundan las sobremesas de nuestras televisiones. Una película entrañable que se sustenta básicamente en el guion y sus personajes, sin necesidad de grandes efectos ni grandes alharacas técnicas. Una de esas cintas que cada año da que hablar en los Oscar dentro de la categoría de película-pequeña-que-sorprende-en-las-nominaciones.

La historia comienza con un periodista (Steve Coogan) que acaba de ser destituido de un cargo político, tras verse envuelto en un escándalo dentro de su propio partido a raíz de unas declaraciones. Decepcionado y cansado de ese mundo, decide dedicarse a investigar y escribir un artículo de "interés humano" (pese al rechazo que siente por esos temas), cuando, de modo casual, se le presenta una historia en la que ve cierto interés y que, cree, puede resultar más atractiva que el libro de historia de Rusia en el que pretendía centrarse. La historia es la de Philomena, una mujer irlandesa (Judi Dench) que fue madre soltera siendo aún muy joven y a quien escondieron en un convento para que diera a luz y evitar así el escándalo. Pocos años después, las monjas entregaron al niño en adopción sin su consentimiento. Nunca más supo de él. Ella rehízo su vida, sin olvidar jamás al niño, ni contar nunca su historia, hasta el día del 50 cumpleaños del hijo. Ese día, ante la necesidad de desahogarse, le confiesa todo a su hija, quien le ayuda a contactar con el periodista. Tras entrevistarse con ella, visitar juntos el convento y hacer algunas averiguaciones, el periodista decide ayudarla a encontrar el paradero de su hijo y viaja con ella a Estados Unidos, donde se pierde la pista del niño. La investigación subsiguiente deparará aún varias sorpresas.

Curiosamente fue el propio actor protagonista, Steve Coogan, un conocido cómico británico, quien sacó adelante el proyecto. Está inspirada en la historia real del periodista Martin Sixsmith, cuyo libro Coogan adaptó al cine, además de buscar la financiación necesaria y encargar la dirección al conocido Stephen Frears.

Ha sido un gustazo encontrar a un Frears en plena forma a cargo de esta cinta. El guion está repleto de toques de humor, derivados, sobre todo, del choque de caracteres entre la anciana, religiosa, algo simple e ingenua, pero siempre amable y encantadora, y el desencantado, ateo e irónico, a veces sarcástico, periodista. Ese humor, sabiamente dosificado, salpica el drama y la tragedia que hay detrás de esta conmovedora historia, que se utiliza, al mismo tiempo, como denuncia del comercio de niños realizado en Irlanda (pero no solo allí) después de la II Guerra Mundial y hasta los años 70. Desde luego, Frears no lo tuvo difícil al basarse en un sólido y magnífico guion, y contar con unas sólidas interpretaciones, sobrias y convincentes. También es destacable hoy día, y es de agradecer, que sea capaz de contar la historia en poco más de hora y media.

La película se centra más en el viaje de los protagonistas y su búsqueda de la verdad, aunque también trata, como telón de fondo, algunos temas incómodos. Incómodos, sobre todo, para la religión católica, debido a las innobles acciones cometidas por ciertas personas e instituciones, y permitidas por las jerarquías eclesiásticas, como es el caso del robo y comercio de bebés, o el trato deshumanizado hacia las madres solteras. Aunque la película no incide mucho en ello, una de las cosas que más me ha llamado la atención es el hecho de que esta mujer tardara 50 años en contar a alguien aquello que la atormentaba, a pesar de la angustia que arrastró toda su vida, víctima de la represión y el miedo provocado por las monjas y convencida por ellas de haber cometido un "pecado mortal". Otro de los temas de la película es, desde luego, el perdón. Perdón que no llegará, precisamente de aquellos que lo pregonan a los cuatro vientos: después de conocer el paradero de su hijo, Philomena perdona a la monja que dio a su hijo y ocultó toda información. Ésta, sin embargo, no pide perdón, convencida que era el justo castigo que correspondía al pecado cometido.

Por otro lado, a lo largo del metraje podemos ver la evolución del periodista, y como su arrogancia y prepotencia se van suavizando ante la madurez y la dignidad de su compañera de viaje. La interpretación de Judi Dench es soberbia, sobria y llena de matices. Es el personaje de la monja el que está peor dibujado, donde vemos un tratamiento más grueso del mismo, sin entrar en sus verdaderas motivaciones o sentimientos (es la mala de la película y ya está).

En fin, un melodrama donde las lágrimas están a flor de piel, pero narrada con la sutileza propia de su director. Cine que busca la emoción y la denuncia.
  
Calificación: 9/10
Recomendación: Para pasar un rato entretenido y agradable.
 
 
Dirección: Stephen Frears
Nacionalidad: Gran Bretaña-EE.UU-Francia
Género: Drama
    Duración: 98 minutos

13 julio 2022

Mediterráneo

 (Mediterraneo, 1991)

 

 
21 de mayo de 2022

Querido diario: 

He conseguido quitarme otra espinita que tenía clavada en mi corazón cinéfilo. Ha caído otra de esas películas que llevo décadas deseando ver y no había podido hacerlo hasta ahora.

En este caso ha sido "Mediterráneo". No, no la confundas con la película española homónima estrenada hace poco en cines. Se trata de la película italiana que ganó en 1991 el Oscar a mejor película extranjera. Y tenía gran curiosidad por verla, porque Italia volvió a ganar ese premio solo dos años después de la entrañable "Cinema Paradiso" (que, por cierto, merece una revisión en cuanto pueda).

Las cosas como son: no tenía ni idea de qué iba. Así que no sabía qué esperar. Y ha sido una muy grata sorpresa: una peliculita modesta, sin grandes pretensiones, pero que sabe ganarse la simpatía y complicidad del espectador, con unos personajes a los que trata con profundo amor y respeto. Una película cuyo lema podría ser vive y deja vivir.

La acción se sitúa durante la II Guerra Mundial: ocho soldados italianos patrullan las costas griegas en un pequeño barco y reciben la orden de desembarcar e inspeccionar una pequeña isla, para ver si sigue en poder alemán, y custodiarla con fines estratégicos hasta nueva orden. Con más miedo que otra cosa, se adentran en la isla y no ven un alma: todo parece abandonado.  Poco después su barco, anclado a cierta distancia, es hundido durante un ataque nocturno. Sin medios para salir de allí y con la radio estropeada, quedan completamente incomunicados y olvidados por los mandos. Al cabo de unos días, los vecinos de la isla empiezan a salir de sus escondites, al comprobar el escaso peligro que representa la tropa. Rápidamente se integran en la vida local, matando el tiempo con aquello que les hace felices, jugando al fútbol, aprendiendo los bailes y haciendo un uso racional y respetuoso de la prostituta local. El tiempo pasa y, cada vez más ocupados en el día a día, tras varios años llegan a olvidar su misión como soldados.

La película es realmente divertida con personajes y situaciones absurdos y surrealistas que bien podrían estar sacados de una película de Berlanga: el soldado que viaja con su burra; la tropa escandalosa y desordenada, incapaz de pasar desapercibida; la confusión entre la burra y un enemigo; el vendedor turco que llega a la isla; los hermanos encargados de vigilar la isla desde un cerro y que quedan allí atrapados por los encantos de una bella pastora; el teniente absorbido en su labor de repintar los frescos de la iglesia; el soldado que, enamorado de la prostituta, un buen día, se atrinchera e impide el acceso de sus compañeros...

La historia está ambientada en la guerra, pero no muestra una sola escena bélica. Muy al contrario, rezuma un espíritu pacifista, y plantea la huida del individuo como vía de escape ante un mundo que no puede cambiar. Esto último vuelve a ponerse de manifiesto en el epílogo final, en el que varios de los personajes ya no huyen de la guerra, sino de la nueva sociedad creada tras la misma. Quizá se le puede achacar cierta blandura en su desarrollo, pero creo que está acorde con la amabilidad con la que está planteada.

Una película que desprende frescura y amor por la vida.
  
Calificación: 8/10
Recomendación: Para pasar un rato entretenido y agradable.
 
 
Dirección: Gabriele Salvatores
Nacionalidad: Italia
Género: Comedia
    Duración: 102 minutos

12 julio 2022

Campo de sueños

 (Field of Dreams, 1989)




13 de marzo de 2022

Querido diario: 

¿Conoces esa sensación de estar viendo una película que ya has visto anteriormente e ir descubriendo, a medida que avanza, que... en realidad, no te acordabas de nada? Pues eso mismo me acaba de ocurrir con "Campo de sueños".

Debí de verla en televisión, en algún momento de los 90. Recordaba, por supuesto, que salía Kevin Costner, un campo de béisbol en un maizal, unos jugadores fantasmas..., y que me gustó mucho en su momento. Nada más.

Vista ahora, no es que me haya gustado. Casi diría que me ha entusiasmado. Y lo ha hecho como debe hacerlo una película: ganándose el interés a pulso en cada plano. Porque la peliculita empieza de la forma más idiota y acabas moqueando al final.

Trata de un granjero de Iowa (Kevin Coster) que oye una voz, procedente de su maizal, que le susurra: "Si lo construyes, él vendrá". La voz se repite, hasta que, un día, además, ve la imagen de un campo de béisbol en medio del maíz. Partimos de un planteamiento absurdo e increíble. Pero lo más increíble viene ahora: le cuenta a su esposa lo que le ocurre (Amy Madigan)... ¡y le anima a seguir su intuición y hacer cumplir lo que desea! ¡¡¡Su mujer hace eso!!! Total. Se pone manos a la obra, construye el campo, arruinando gran parte del maizal y provocando rumores y habladurías en el pueblo..., y no ocurre nada. Evidentemente, piensa que es un imbécil, las deudas le ahogan mientras él pierde el tiempo y, una noche, cuando decide recuperar su plantación, su hija les avisa de que hay un extraño en el campo. La familia sale al exterior, donde ven y charlan con un legendario jugador de béisbol (el recientemente fallecido Ray Liotta), muerto hace muchos años, que le pide permiso para regresar con unos amigotes, antes de desaparecer de nuevo en los restos del maizal. Este jugador era uno de los héroes del padre de nuestro protagonista, y origen de una discusión que los distanció para siempre. La noche siguiente, un grupo de beisbolistas fallecidos se lo pasan pipa lanzando unas bolas. Pabellón Psiquiátrico cantaba aquello de "porque en el cielo no hay alcohol, ni hay mujeres, ni pastillas de color". Se ve que campos de béisbol, tampoco. Llegados a este momento, el despropósito parece absoluto, pero también empieza a picar una cierta curiosidad.

Nuestro granjero vuelve a escuchar voces que le guían hasta un escritor activista ya retirado y aislado de la sociedad (James Earl Jones), cuya mayor decepción fue no haber podido jugar profesionalmente al béisbol, y hasta un respetado médico que jugó un solo partido de las grandes ligas sin poder llegar a batear (Burt Lancaster). No contaré más, pero a estas alturas, ya estás totalmente inmerso en la película, intrigado por quienes son estos personajes y qué relación guardan con el granjero, su campo y las extrañas apariciones que se van sucediendo. Y la historia y la emoción van a más, creciendo hasta un final en el que todo se entiende y cobra sentido como parte de un plan preconcebido.

La historia está inspirada en un libro de W.P. Kinsella que el director y guionista Phil Alden Robinson leyó en 1981. Se hizo con los derechos y comenzó a escribir el guion, introduciendo varios cambios respecto al libro, incluida la adición del personaje de James Earl Jones, que estaba inspirado en J.D. Salinger (autor de "El guardián entre el centeno"), quien se negó a que su nombre apareciera en la película. Tras ser rechazado varias veces en varios estudios, en 1989 la Universal dio luz verde para hacer la película. Tras el estreno, lentamente, se convirtió en un gran éxito en Estados Unidos, tanto de crítica como de público, especialmente gracias al boca-oreja. En Europa no lo fue tanto, seguramente porque giraba alrededor del mundo de un deporte de poco calado en nuestro continente.

Como ya he dicho, el argumento va adquiriendo fuerza y sentido a medida que se desarrolla, pasando de una aparente chorrada inicial, que casi exige un esfuerzo por parte del espectador para seguir adelante, hasta acabar siendo una hermosísima y emotiva historia sobre las segundas oportunidades, las relaciones filiales y la búsqueda de uno mismo, en este caso a través de un deporte tan americano. Su grandeza reside quizá en su simplicidad, su inocencia y la magia que la impregna, que entronca con otros clásicos del cine como "¡Qué bello es vivir!". ¿O acaso todo esto que acabo de mencionar no es aplicable también a ella? (Think about it). 

Los personajes caen simpáticos y están bien interpretados, destacando el formidable James Earl Jones, quien, además, pone el punto cómico de la historia. Además, supuso la última (y breve) aparición del gran Burt Lancaster en pantalla grande (aún aparecería, posteriormente, en algunas películas para televisión).

La dirección de Robinson es invisible, es decir, sencilla, sin alardes que hagan ver que hay alguien planificando detrás de la cámara. La fotografía es otro de los pilares de esta obra, con unas maravillosas imágenes de los campos de cultivo en los que se rodó, especialmente al atardecer. Lo mismo podemos decir de la música de James Horner, que fue candidata al Oscar. 

Querido diario, no entiendo cómo me pueden gustar tantas películas sobre un deporte del que aún ignoro las reglas y no tengo ni idea de cómo se gana. Qué grande es el cine.

  
Calificación: 9/10
Recomendación: Aparta tus prejuicios sobre el béisbol y dale una oportunidad: no lo lamentarás.
 
 
Dirección: Phil Alden Robinson
Nacionalidad: EE.UU.
Género: Drama
    Duración: 105 minutos

11 julio 2022

La soga

 (Rope, 1948)



12 de mayo de 2022

Querido diario: 

He debido de ver esta película cuatro o cinco veces. La primera vez fue en 1990, en el ciclo dedicado a Alfred Hitchcock que emitió TVE los martes en su primera cadena. En ese extraordinario ciclo descubrí la mayoría de las películas americanas del maestro.

Es una rareza por la forma en la que está realizada, en un (teórico) único plano secuencia. Es decir, filmada sin parar la cámara. Lo habitual en el cine es que se graben diversos trocitos (planos) y la cámara corta cada vez que se graba un nuevo plano; luego se montan formando las diversas escenas y secuencias de la película. Un plano secuencia es el que está grabado del tirón: la acción transcurre y la cámara se mueve siguiéndola, pero sin parar la grabación. Los planos secuencia suelen llamar la atención del aficionado al cine porque no son algo habitual, son más bien un alarde técnico del director, ya que su rodaje suele ser bastante complicado. No obstante, hay directores que los han usado habitualmente (caso de Luis G. Berlanga) y hay algunos muy famosos, como el inicio de "Sed de mal" de Orson Welles. Pues bien, "La soga" está rodada íntegramente en un único plano secuencia. Al menos teóricamente, porque, la realidad es que es imposible hacerlo, ya que los rollos de película duran unos 8-10 minutos. Y claro, cuando se acaba un rollo hay que parar la grabación para poner otro. Por eso, Hitchcock lo que hizo fue llevar la cámara hacia un lugar neutro (una pared, la espalda de un actor...), cada vez que se acababa un rollo. De ese modo, podía empalmar con el siguiente, comenzando desde el mismo punto, sin que se notase el truco.

Esta técnica era lo que más me gustaba y llamaba la atención de esta película. Vista hoy, he de decir que no me interesa tanto, que cada vez que la cámara se va a una espalda o una pared, queda un poco rarito. De hecho, nadie se ha atrevido a repetir la hazaña. En cualquier caso, tampoco es algo que moleste en su visionado. Más que nada, es una mera curiosidad.

"La soga" fue la primera película en color de Hitchcock y su primera colaboración con James Stewart. Su rodaje fue posible porque Hitchcock montó su propia productora independiente con la que tener libertad absoluta para rodar sus proyectos.

Narra la historia de un asesinato (¡qué sorpresa, siendo Hitchcock!): dos jóvenes (John Dall y Farley Granger) matan a un compañero estrangulándolo con una soga para experimentar qué se siente y porque consideran que ellos pertenecen a una clase intelectualmente superior y, por tanto, pueden disfrutar del privilegio de eliminar a gente inferior. Para redondear su acción, esconden el cadáver en un arcón sobre el que sirven la cena de una pequeña fiesta a la que han invitado a su antiguo profesor (James Stewart, quien les habló de esas ideas sobre la superioridad) y a la novia y los padres del muerto.

La enrevesada y truculenta idea procede de una obra teatral de Patrick Hamilton, en la cual se basa la película. El origen teatral queda patente en la película, tanto por el único escenario (el apartamento de los dos amigos), como por el rodaje a base de planos secuencia, aunque los movimientos de cámara y lo que ésta nos deja ver, hace que no tengamos u olvidemos pronto esa impresión. La trama resulta lo suficientemente interesante como para seguirla con interés y facilidad, y está salpicada de algunos diálogos de humor negro que redondean, aún más, la escabrosa idea central.

La obra teatral tenía un alto contenido homosexual. Trataba de dos homosexuales que cometían el asesinato para demostrar su superioridad a un antiguo profesor que también mantuvo relaciones con ellos. Evidentemente, esto no podía mostrarse en el cine de la época, por lo que muchas de esas connotaciones quedaron suprimidas en el guion. La elección de James Stewart, la encarnación del ciudadano medio americano honesto y familiar, también ayudaba a alejar esa sombra del protagonista. No obstante, algo de ello se desprende aún de la relación de los dos jóvenes que comparten apartamento, y a pesar de que nos digan que uno de ellos mantuvo una relación con la actual novia del muerto.

La idea de Hitchcock no era tratar las peligrosas ideas de los jóvenes protagonistas: su uso se limita a constituir las equivocadas motivaciones de los personajes. De hecho, se pone de manifiesto que ni siquiera su profesor cree realmente en ellas, cosa que él mismo les confiesa al final, pero que también se deja entrever durante toda la película en el trato de Stewart con la sirvienta, un divertido y entrañable personaje, tratado con distancia o condescendencia por el resto de asistentes, pero que sí merece la atención y las confidencias de Stewart, quien la trata como un igual.

Lo que verdaderamente interesaba a Hitchcock era... el suspense. Para él, el suspense consistía en dar a conocer al espectador algo que los personajes ignoran. Lo explicaba así en "El cine según Hitchcock", el conocido libro-entrevista de François Truffaut:

“La diferencia entre el suspense y la sorpresa es muy simple […] Nosotros estamos hablando, acaso hay una bomba debajo de esta mesa y nuestra conversación es muy anodina, no sucede nada especial y de repente: bum, explosión. […] Examinemos ahora el suspense. La bomba está debajo de la mesa y el público lo sabe, probablemente porque ha visto que un anarquista la ponía. El público sabe que la bomba estallará a la una y sabe que es la una menos cuarto (hay un reloj en el decorado); la misma conversación anodina se vuelve de repente muy interesante porque el público participa en la escena. […] En el primer caso, se han ofrecido al público quince segundos de sorpresa en el momento de la explosión. En el segundo caso, le hemos ofrecido quince minutos de suspense.”
Evidentemente, toda la película gira en torno al suspense de si los asistentes sospecharán el crimen o encontrarán el cadáver escondido en el arcón. Este suspense se lleva a la máxima expresión en la escena en la que la asistenta, una vez finalizada la cena, retira los platos del arcón y lo limpia para guardar en él unos viejos libros que los invitados han estado revisando. Para mí la mejor escena de la película, en la que Hitchcock no necesita más que dejar la cámara fija para ver las idas y venidas de la criada, mientras escuchamos en off las conversaciones de los invitados. Una forma de rodar una escena que es impensable hoy día. Magistral.

Una recomendación: ver también el antiguo tráiler de la película (a la venta en Youtube), muy curioso y divertido. Si en la película, el fallecido aparece solo en la primera escena, mientras está siendo estrangulado y, por lo que sea, no tiene diálogo, en el tráiler podemos verlo mantener la última conversación con su novia, mientras nos anuncian su destino. Una promoción mucho mejor que, simplemente, pegar cachos de la película.

  
Calificación: 8/10
Recomendación: Para amantes del cine clásico y todo tipo de espectadores, en general.
 
 
Dirección: Alfred Hitchcock
Nacionalidad: EE.UU.
Género: Suspense
Duración: 80 minutos

Barton Fink

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