28 agosto 2022

Barton Fink

(Barton Fink, 1991)


19 de agosto de 2022

Querido diario: 

Acabo de descubrir "Barton Fink", la única película de los Coen realizada en los 90 que me faltaba por ver. (Algún día me pondré con tooodo lo que tengo pendiente de lo que estos directores rodaron en los dos miles). Mira que me suele gustar bastante todo lo que he visto de ellos, pero no entiendo cómo se me había podido pasar una película como esta: de las que te dejan poso en la mente y sigues pensando en/sobre ella durante varios días. De esas que tienen finales más o menos abiertos o, mejor dicho, interpretables, y que suelen poner de mala leche a la gente que le gusta solo lo muy masticadito y desmenuzado.

Ambientada en los años 40, el protagonista es Barton Fink (interpretado por John Turturro), un autor teatral que acaba de triunfar en Broadway con su última obra y está embriagado por el éxito de haber creado un nuevo tipo de teatro, más social y pegado a la realidad y al hombre de la calle, que no a los estereotipos de las clases altas. Fink recibe la oferta de un contrato con unos estudios cinematográficos para ir Hollywood a escribir guiones. Acepta, no sin reticencias y aconsejado por su agente, y acude a la meca del cine, donde se aloja en un sombrío hotel. En la surrealista reunión que mantiene con el jefe de los estudios (Michael Lerner) recibe su primer encargo: una película de lucha libre para el actor Wallace Beery (un actor hoy casi desconocido, pero que ganó el Oscar de 1933). Fink intenta iniciar la escritura pero sufre un bloqueo que le impide avanzar más allá de las dos primeras líneas. La inspiración no llega y pasa días y días ensimismado en la contemplación de la pequeña habitación. En ese tiempo conoce y traba cierta amistad con Charlie, su vecino de la habitación contigua (John Goodman), un vendedor de seguros bastante bonachón y locuaz, que le aconseja y con quien se desahoga hablando cada tarde. En su desesperación, Fink acudirá a visitar a Mayhew (John Mahoney), un reputado novelista también contratado como guionista, buscando su consejo. Este resulta ser un alcohólico que depende de Audrey, su "secretaria" personal (Judy Davis). Tras varias semanas de vacío mental, recibe una cita para presentar el material escrito a su productor. Pide ayuda desesperadamente y Audrey acude a verle en su habitación para darle ideas. Acaban pasando la noche juntos y, por la mañana, la descubre muerta a su lado en un charco de sangre en la cama. Conmocionado y sin saber qué ha ocurrido ni qué hacer, pide ayuda a Charlie, quien lo tranquiliza y se encarga del cadáver. Fink logra capear la entrevista con el productor y, de regreso, al hotel recibe la visita de dos detectives que investigan la muerte de Audrey. Esa misma tarde, tras recuperarse del shock, consigue centrarse y comienza a escribir del tirón durante varios días.

Según contaban, los hermanos Coen escribieron este guion mientras estaban enfrascados en la redacción de "Muerte entre las flores", su anterior film. Víctimas del conocido bloqueo del escritor, tuvieron que dejarla aparcada, pero les sugirió la idea para comenzar otra historia: la de un guionista incapaz de trabajar. Empezaron a escribir "Barton Fink" que acabaron rápidamente y les ayudó a superar su propio bloqueo. Así pudieron concluir el libreto y la realización de "Muerte entre las flores", después de la cual iniciaron este proyecto.

Para su escritura, inspiraron sus personajes en nombres reales del Hollywood de los años 30 y 40. Fink está basado en el dramaturgo y guionista Clifford Odets, autor de dramas de contenido social y luego guionista de cintas como "El general murió al amanecer", los diálogos de "Encadenados" o "La angustia de vivir". El novelista alcohólico representa al conocido escritor y premio Nobel, William Faulkner, autor de "El ruido y la furia", que también trabajó un tiempo en Hollywood, muchas veces sin acreditar (como en el guion de "Carne", ¡una película de lucha con Wallace Beery!) y otras firmando con su nombre, como en "El sueño eterno". Por su parte, el jefe del estudio es una parodia de Louis B. Mayer, mandamás de la archiconocida Metro-Goldwyn-Mayer.

Aunque la historia es muy interesante, lo mejor de la película es la creación de la atmósfera opresiva e inquietante que rodea al personaje y cómo los Coen manejan todos los recursos a su alcance para transmitir el vacío creativo, el dolor y la ansiedad que ello le supone al protagonista. La fotografía, sombría y rica en tonos ocres; la decoración de la habitación, con un aspecto cutre y sucio, en la que el recargado papel de la paredes se cae al rezumar la goma que lo mantiene pegado como consecuencia del calor; los diversos (e inauditos) enfoques de la cámara hacia el cuadro de la pared, el papel pintado o el folio en blanco, en los que llegamos a percibir sus texturas; los sonidos que se perciben procedentes de las habitaciones vecinas; el zumbido de los mosquitos... Todo esa ambientación contagia la opresión y claustrofobia al espectador. Por otro lado, contrasta fuertemente con la luminosidad, limpieza y modernidad de sus escasas salidas del hotel a los estudios. Casi podemos decir que el hotel es otro protagonista de la película, con esos pasillos sórdidos e interminables, sombríos, vacíos, con una hilera interminable de zapatos en cada puerta esperando a ser limpiados por el personal del hotel. Unos pasillos tan escalofriantes como los del hotel de "El resplandor", aunque con una decoración más sucia, más parecidos al edificio de "Delicatessen".

La película me ha sorprendido en el cambio de estilo que experimenta hacia el final. Si la película comienza con un tono bastante realista (al principio entre la comedia y el drama, para enlazar luego con un argumento de thriller o cine negro, género en el que los Coen ya habían demostrado su buen hacer con "Sangre fácil" o "Muerte entre las flores"), da un giro hacia un tono más fantástico tras la segunda visita de los dos detectives y el regreso de Charlie, que parece un personaje salido del mismísimo infierno. Es, a partir de ese momento, cuando realidad y fantasía parecen confundirse, y todo está abierta a interpretaciones. ¿Ha sido real el crimen? ¿Es real el incendio del pasillo del hotel por el que avanza Charlie hacia los detectives? ¿Qué contiene la caja? ¿Es real la escena final de la playa? ¿O algo de todo ello ha sido una fantasía del escritor? ¿Es una metáfora de los autores? ¿O acaso el hotel representa la mente del escritor? ¡Y qué más da! Cada uno que elija su película. Lo realmente importante, reflejar la confusión, la creatividad o la distorsión de la realidad que existe en la mente del protagonista está fantásticamente reflejado. En este sentido, casi parece más un film del universo de David Lynch que del de los hermanos Coen.

Uno de los aspectos que más me ha gustado es la metáfora del infierno que sufre Fink debido a su bloqueo mental y que está "personalizada" en el hotel. En la película, las referencias al infierno comienzan en el mismo momento en el que él entra en el hotel y toca el timbre de la recepción, cuyo sonido se va amortiguando pero no llega a desaparecer hasta que, al rato, aparece el botones/recepcionista (Steve Buscemi) saliendo de una trampilla que hay en el suelo tras el mostrador, cual siervo procedente del averno. El calor que varias veces mencionan los protagonistas y responsable de que el papel se despegue de las paredes es otro elemento. Finalmente, en el clímax de la cinta, la presencia de John Goodman es delatada por un aumento de temperatura que se anticipa a este, quien aparece al final del pasillo como si fuese el diablo (y con sus mismas intenciones), mientras el fuego comienza a surgir con su llegada y se extiende a su paso. Metáfora apoyada, además, por una frase del propio protagonista: "Mi trabajo es un descenso a los infiernos".

Destaca también la importancia que acaba teniendo el único personaje femenino con relevancia en la película, el interpretado por Judy Davis. Me refiero a que, presentada solo como la secretaria y pareja de Mayhew, el novelista alcohólico, a la que Fink acaba solicitando su ayuda en un ataque de desesperación creativa para que le aporte ideas para su guion, acabamos descubriendo que ella era la "negra", es decir, la autora en la sombra, no solo de los guiones del novelista, sino también de su última y exitosa novela. ¿Cuántas veces habrá ocurrido esto en la realidad?

El trabajo de los actores es magnífico, en especial el de los dos protagonistas. Probablemente, John Goodman, un actor muchas veces desaprovechado en cintas menores, nunca ha estado mejor que en esta película. Su personaje muestra lo lejos que está el autor del mundo llano que pretende reflejar en su literatura, pese a presumir de querer contar la historia del hombre común. Lo mismo podemos decir de John Turturro, que refleja muy bien el deterioro progresivo, mental y físico, que va sufriendo su personaje, el cual ignora constantemente los intentos de su vecino de contarle una de sus historias, demostrando ser un artista engreído y presuntuoso. Resaltar también a Michael Lerner en su papel de despótico productor de Hollywood que no repara en elogios, o hasta besarle los pies, a quien cree puede depararle buenos ingresos, para al momento siguiente hundirlo en la mayor de las miserias por no realizar lo que él quiere. Lerner fue candidato al Oscar. Incomprensiblemente, no lo fueron Turturro o Goodman.

Hay varias imágenes que destacan por su preciosa puesta en escena. Por ejemplo, la belleza del hombro desnudo de Judy Davis tumbada en la cama, sobre el que se posa un mosquito que Fink golpea, mutando a la imagen de un cadáver bañado en sangre. O la sugerente imagen final en la playa, en la que se hace realidad (¿o no?) la escena del cuadro tantas veces contemplada por Fink durante su encierro. 

¿Y la caja? ¿Qué contiene? ¿Cuál es su signficado en la película? Cada uno que piense lo que quiera. Tal vez sea el mismo significado que el sombrero de "Muerte entre las flores".

En fin, querido diario. Que volveré a verla con muchas ganas en un futuro. Entonces, te confirmaré si es o no una obra maestra. Ahora, no te voy a decir porque es la primera vez que la veo. Pero apunta maneras.


Calificación: 9/10
Recomendación: Fundamental e ideal para comentarla después de verla.
 
 
Dirección: Joel Coen
Nacionalidad: EE.UU. / Reino Unido
Género: Drama
    Duración: 117 minutos

25 agosto 2022

Paseando a Miss Daisy

(Driving Miss Daisy, 1989)

 


5 de agosto de 2022

Querido diario: 

¡Qué placer provoca ver una buena película pequeña e intimista! Una película sin grandes efectos, ni escenas épicas. Solo unos pocos personajes bien interpretados, un argumento sencillo y unos diálogos bien escritos. Eso es lo que ofrece "Paseando a Miss Daisy".

Había visto anteriormente esta película en televisión, seguramente a finales de 1992, y guardaba buen recuerdo de ella. Pero creo que me ha gustado más en este segundo visionado. La película te atrapa desde el comienzo con sus entrañables y testarudos protagonistas y, en un momento, estás llegando al final.

Cuenta la historia de Miss Daisy (Jessica Tandy), una anciana profesora ya jubilada, viuda, adinerada y judía, que vive en una casa en Atlanta, con la única compañía de una criada negra que la ayuda en las tareas domésticas. Un día, como suele hacer habitualmente, coge el coche para ir de compras, pero, por error, sufre un pequeño accidente al maniobrar y el coche cae al jardín vecino. Ante este incidente y la negativa de las compañías para asegurarla, su hijo (Dan Aykroyd), un joven empresario, contrata, pese a su oposición, un chófer de raza negra llamado Hoke (Morgan Freeman). La anciana ve en él a una molesta e innecesaria presencia en su hogar. Aunque, al principio, se niega a hacer uso de sus servicios y le deja pasar los días sentado en la cocina, poco a poco irá cediendo, al tiempo que se irá labrando una relación de amistad y confianza entre ambos a lo largo de veinticinco años.

Y ese es todo el argumento. Chimpún. No hay más.

Lo que sí hay es un sólido guion detrás de esta historia, el cual va escogiendo momentos significativos de la relación entre estas dos personas que dejan ver su evolución a lo largo del tiempo. Esto lo realiza con un uso muy eficaz de las elipsis, logrando condensar veinticinco años de una relación que comienza a finales de los años 40 y acaba a principios de la década de los 70. El autor del guion es Alfred Uhry y está basado en su propia obra teatral. Pero, el Uhry guionista realiza una magnífica traslación al cine, de modo que, al ver la película, no tenemos la impresión de que sea una obra de teatro. La película se abre completamente al exterior y a otros escenarios (el cementerio, la casa del hijo y su empresa, la conferencia de Martin Luther King, el viaje a casa de su hermano en otro estado, la sinagoga, la iglesia...). En ningún momento tenemos la impresión de estar enclaustrados en uno o dos escenarios como es habitual en teatro. Además, las acciones de cada escena son muy precisas y van brotando del trato diario entre los personajes. Están acompañados de muy buenos diálogos (no por ingeniosos, sino por sencillos y creíbles) que llenan la cinta de gracia, simpatía y, a veces, ternura. Uhry conocía muy bien lo que contaba, ya que, inspiró su obra en su propia y quisquillosa abuela y su chófer negro. Criado en ese mundo sureño, no tuvo ningún problema para, cuando el director le dijo que necesitaba mayor concreción en el guion, añadir anotaciones sobre cómo vestían, qué modelos de coches usaban, cómo eran las casas, o, incluso, qué comían y cómo la preparaban, qué discos escuchaban, etc. Se trata, sin duda, de una gran adaptación.

Pero el guion se basa en unos personajes y la relación entre los mismos. De modo que su peso recae sobre los hombros de sus protagonistas. Tanto Jessica Tandy y Morgan Freeman, como Dan Aykroyd, bordan sus papeles. Basta con ver la cara de incredulidad y de incompresión de Tandy cuando estrella el coche y su rostro trasluce que no entiende aún cómo ha podido ocurrir; o la desconfianza hacia el chófer y la tensión que experimenta cada vez que se cruza con ese hombre en su casa. O los movimientos de Freeman a medida que transcurre la cinta, que permiten ver su, cada vez mayor, dificultad para realizarlos; o los tics habituales de su personaje, como su forma de reír. O la naturalidad de Aykryod en las conversaciones con su madre y la forma de tratarla sabiendo cómo es. O... En fin, podríamos seguir. Morgan Freeman conocía muy bien a su personaje, ya que fue el actor encargado de darle vida en el teatro; él mismo pidió protagonizar la película cuando supo que la estaban preparando.

La relación entre los protagonistas constituye el centro alrededor del cual gira todo lo demás. Esos personajes están muy bien dibujados. Son muy diferentes entre ellos, pero, al mismo tiempo, tienen bastante en común: Hoke es un hombre de mundo que sabe hacer de todo, de clase humilde, negro, casi analfabeto y de carácter abierto; Miss Daisy es una dama autoritaria, distante, pudiente, judía y con amplia cultura. Sin embargo, ambos comparten la cabezonería, una avanzada edad, la soledad o el pertenecer a un grupo marginal: él, negro, cuando aún existía segregación y bastante más discriminación en Estados Unidos (hecho que sale varias veces en la película, puesto que está ambientada en la época de la lucha por las libertades civiles y en un lugar particularmente discriminatorio como era, y es, el sur de Estados Unidos); ella, judía, un grupo que, aunque no era abiertamente discriminado, no acababa de estar bien visto y Miss Daisy lo sabía a pesar de fingir lo contrario (sus comentarios afilados sobre su nuera y sus esfuerzos por integrarse en la corriente cristiana predominante, por ejemplo, celebrando la Navidad, muestran que ella conoce su posición). Otro mérito del guion: aunque centrado en los personajes, al mismo tiempo las relaciones entre ellos son una ventana abierta que nos deja contemplar la sociedad en la que viven y los cambios que esta experimenta a lo largo del tiempo. Hoke demuestra una paciencia infinita hacia su señora ("Seis días ha tardado en aceptar que la lleve en coche. Los mismos que Dios tardó en crear el mundo", comenta con sorna al hijo de Miss Daisy), pero su carácter y su conocimiento de las personas le permite llevarla con respeto y tolerancia. Lo cual no quiere decir que, llegado el caso, no le plante cara, como en la escena en la que para el coche de noche en mitad de una carretera, durante un viaje largo, porque necesita orinar y ella le recrimina que no lo hiciese antes en la gasolinera, a lo cual le replica que los negros no tienen permitido usar esos servicios (hasta ese punto llegaba la discriminación). Por cierto, querido diario, ¿no habría sido más acertado el título "Conduciendo a Miss Daisy" o "Llevando a Miss Daisy" para hacer un juego de palabras referente a la relación de Hoke hacia la anciana?

El punto de inflexión de la relación entre los dos ancianos lo marca la visita que realizan al cementerio, en la que Hoke confiesa que no sabe leer. Miss Daisy rechaza enfadada tal afirmación y, al saber que sí conoce las letras, sin humillarlo, comienza a sonsacarle, para que diga la letra inicial y la letra final del apellido de la lápida que quiere que busque, presentándolo como un mérito del chófer. Esta escena tiene su continuación en otro divertido momento posterior, en el que, tras llevarla a la fiesta de Navidad que celebra su hijo, Miss Daisy le regala un cuadernillo de los que ella usaba para enseñar a leer, insistiéndole una y otra vez que no es un regalo de Navidad, porque los judíos como ella no celebran esa fecha. Se convierte así en una de las primeras muestras de afecto hacia su ayudante, afecto que irá creciendo hasta una amistad sincera, que ella, orgullosa, se negará a reconocer hasta sus primeros síntomas de demencia.

El director del film, Bruce Beresford, lleva con habilidad a la pantalla todas esas ideas y situaciones. Al mismo tiempo, consciente de la importancia de mostrar en pantalla el paso de todo ese lapso de tiempo, se rodea del personal (decoradores, diseñadores de vestuario, maquilladores y supervisores de música), capaz de reflejar en pantalla la evolución de los estilos y las modas desde los años 40 a los 70 (en cuanto a vehículos, trajes, canciones o, incluso, cocinas y objetos domésticos), así como de recrear los cambios de edad de los personajes.

La película ganó el Oscar de ese año, junto con los de actriz, guion adaptado y maquillaje. Lo más meritorio es que competía con títulos como "Nacido el cuatro de julio", "El Club de los Poetas Muertos", "Mi pie izquierdo" o "Campo de sueños", todas ellas cintas con mayor presupuesto y más "oscarizables". En esta ocasión, David ganó a Goliath. Una ganadora que nadie quería hacer y un éxito que nadie vio venir. De hecho, sus productores tuvieron serias dificultades para encontrar financiación, a pesar del premio Pulitzer que su autor, Alfred Uhry, había ganado con su obra.

A fin de cuentas, ¿quién quiere ver una película de dos viejos hablando?

  
Calificación: 9/10
Recomendación: Para gerontófilos y amantes de los diálogos y personajes sencillos.
 
 
Dirección: Bruce Beresford
Nacionalidad: EE.UU.
Género: Drama
    Duración: 99 minutos

24 agosto 2022

Marcelino Pan y Vino

 (Marcelino Pan y Vino, 1955)




10 de abril de 2022

Querido diario: 

¿Por qué en este país tenemos querencia a despreciar nuestro patrimonio? ¿Por qué tanta gente reniega del cine español de otras épocas? ¿Por qué tanto subnormal vitupera y desprecia el cine español actual? ¿Por qué, a diferencia de otros países, no se destinan suficientes recursos económicos para rescatar y restaurar un patrimonio fílmico que se va perdiendo sepultado en los estragos que provoca el paso del tiempo? Harían falta varios estudios para responder a todo eso, pero parece ser algo cosustancial a este país. Por mi parte, respecto a este tema, como en tantos y tantos otros, he perdido cualquier tipo de fe o esperanza.

Todo esto me viene a la cabeza porque acabo de revisar una película española de los años 50. Un clásico que tuvo, en su momento, un gran éxito dentro y fuera de nuestras fronteras. Una obra entrañable que siempre he llevado en mi memoria, incluso antes de haberla visto en televisión, gracias a uno de aquellos cuentos troquelados que me compraron siendo niño y aún conservo.

Se trata de "Marcelino Pan y Vino", realizada en 1954 (y estrenada en febrero de 1955) por el húngaro, nacionalizado español, Ladislao Vajda. Basada en un relato de José María Sánchez Silva, fue la película que hizo popular al niño Pablito Calvo, que interpretaba al Marcelino del título.

La historia comienza con un fraile (Fernando Rey, el narrador de la historia) que acude al pueblo a visitar a una niña enferma, en el día en el que todos sus habitantes salen de romería. El monje cuenta a la niña la historia de Marcelino. Se inicia un flashback que comienza con la historia del convento derruido por las tropas napoleónicas y cómo se levantó de nuevo. Una vez reconstruido y asentados los padres franciscanos fundadores, un buen día, descubren un bebé abandonado en su puerta. Por supuesto, los frailes lo primero que hacen es bautizar al niño con el nombre del santo del día y (luego ya si eso) buscar a los progenitores. Ante su fracaso, tratan de buscar a una pareja adecuada para que lo adopte, pero, encariñados con el pequeño, no consiguen o no quieren encontrar unos padres aptos según sus criterios, así que deciden encargarse ellos mismos de su crianza. Entre travesuras y problemas, Marcelino crece al cuidado de los frailes, hasta que un día, en una de sus salidas al exterior, encuentra a otro niño con su madre. Desde ese momento, su único anhelo será tener una madre. Poco tiempo después, saltándose la prohibición de los religiosos, entra en el desván donde descubre a un gran Cristo crucificado, con el que traba amistad y conversación, y a quien cuida llevándole cada día pan y vino que roba en la cocina, y le revela su más ansiado deseo.
 
Podemos acusar a esta película, y al cuento en el que se basa, de tener una gran carga de ternurismo con el personaje infantil. Y es así. Como también es cierto, que es un film sencillo, hermoso, triste (aunque repleto de toques de humor) y emotivo, con un conmovedor final, que no requiere ser católico o creyente para emocionar. Además, está repleto de viñetas de la vida en el campo y en el monasterio, y refleja muy bien la inocencia de la infancia.
 
Por otro lado, es una obra llena de sabiduría y buen hacer cinematográficos. Vajda había realizado ya un buen número de películas en Hungría, Francia e Italia antes de llegar a España, donde se afincó finalmente. Aquí dirigió también numerosas obras, algunas de las cuales ya destacaron antes de Marcelino, como "Séptima página" o "Carne de horca". Después llegarían otras bastante notables, como "Mi tío Jacinto" o, la que es considerada su obra maestra, "El cebo". (Anota, querido diario: volver a ver pronto "Mi tío Jacinto": la vi siendo niño y ciertas escenas me impresionaron y quedaron grabadas para siempre en mi mente).
 
Ese buen hacer se pone de manifiesto, por ejemplo, en momentos bastante impresionantes por su puesta en escena, como la bajada del Cristo de la cruz que rueda sin llegar a mostrarlo. O en algo tan atípico en el cine español como hacer avanzar la historia por medio de una canción, compuesta expresamente para la película, que resume la vida de Marcelino y presenta a los monjes y su labor. Me refiero, claro, a la "Canción de Marcelino" que Vajda ilustra sabiamente con unas cuantas imágenes del niño en el convento. No necesita más para explicar cómo ha sido la vida que ha llevado el chiquillo y los apodos que el niño ha puesto a los frailes.
 
Aunque es un relato religioso, Vajda se aleja, afortunadamente, de las típicas estampitas y la moralina imperantes en el cine español de la época. En lugar de eso recurre al humor y a sentimientos profundos y sinceros para narrar su historia. De este modo, consigue llegar a todo tipo de públicos.
 
Quizá lo más chocante del argumento sea el miedo que los monjes tratan de inculcar en el niño para evitar que suba al desván. ¿Por qué lo hacen? Nunca he encontrado la explicación. Pero, desde luego, se convierte y funciona perfectamente, como el acicate que el niño necesita, para, movido por esa irreprimible curiosidad infantil, entrar allí. Ni siquiera cuando se encuentra con el Cristo, el niño experimenta miedo: sabe perfectamente quién le está hablando, ¿por qué iba a tenerlo?
 
La cinta cuenta con una excelente fotografía (firmada por Enrique Guerner) y un destacado reparto masculino encabezado por Rafael Rivelles (padre superior), Antonio Vico (Fray Puerta), Juan Calvo (Fray Papilla), Juanjo Menéndez (hermano Gil), Joaquín Roa (Fray Talán), Mariano Azaña (Fray Malo), José Marco Davó (alcalde) y José Nieto (cabo de la guardia civil). Y, por supuesto, Pablito Calvo, el gran descubrimiento de Vajda que aparecería en otras dos de sus siguientes películas: "Mi tío Jacinto" y "Un ángel pasó por Brooklyn". Por cierto que, como era habitual en la época, Pablito Calvo estaba doblado: su voz es la de la actriz de doblaje Matilde Vilariño, especializada en voces infantiles, quien también dobló a Miguelito Gil ("Recluta con niño"), Lolo García ("La guerra de papá" o "Tobi"), Johnny Sheffield (Boy, el hijo de Tarzán-Weissmuller) y puso voz en español a la abeja Maya, Jimena (la amiga de "Ruy, el pequeño Cid") o Senda (el niño protagonista de "El bosque de Tallac"). ¡Coño, cuántos recuerdos! Que ya tiene uno una edad.
 
La película fue, en su momento, un formidable éxito en España, pero también internacional, consiguiendo un importante reconocimiento en diferentes países, desde Italia hasta Japón, y logrando una mención especial del jurado en el Festival de Cannes y el Oso de Plata al mejor director en el Festival de Berlín. En algunos países, como Japón, sigue siendo una cinta muy valorada. Como curiosidad para ilustrar este exótico éxito, la única edición de la banda sonora publicada en CD (allá por los 90) era japonesa. Por otro lado, el remake dirigido en 1991 por Luigi Comencini o la serie de animación para televisión realizada en 2001 son una muestra de la influencia de este título.

En España, no siempre ha sido tratada como se merece. Circulan por ahí versiones mutiladas, a las que les han recortados algunos minutos y hay copias con el sonido francamente malo (sí, ya sé que el sonido monofónico de la época no era para tirar cohetes). Afortunadamente he podido ver una edición muy decente en BD, íntegra, con una imagen bastante limpia y contrastada y en la que, por primera vez en mi vida, he entendido perfectamente toda la letra de la "Canción de Marcelino".

Una película que conquista el corazón con su sencillez. Una pequeña joya del cine español. Un patrimonio que debemos preservar siempre y en las mejores condiciones posibles.
 
   
Calificación: 8/10
Recomendación: De imprescindible visión.
 
 
Dirección: Ladislao Vajda
Nacionalidad: España-Italia
Género: Drama
     Duración: 89 minutos
 
El cuento troquelado que aún conservo (Ediciones Raylu, 1969)

 

23 agosto 2022

Tarántula

 (Tarantula, 1955)



7 de agosto de 2022

Querido diario: 

Me encanta ver películas antiguas de terror y ciencia-ficción. Incluidas las de serie B (recuerda que este término se refiere a películas de bajo presupuesto, no necesariamente de baja calidad). Todo ese cine tiene un encanto especial por la inocencia y, en algunos casos, el gran ingenio con los que estaban realizadas. Y si eran mediocridades, hasta te puedes echar unas buenas risas con sus disparatadas historias y su palpable carencia de recursos. El caso concreto de la que hoy te comento, "Tarántula", pertenece al grupo de las estimables.

Se trata de una serie B de ciencia-ficción de los años 50, perteneciente al subgénero de los "bichos gigantes". Fue financiada por los estudios Universal que trataban de subirse nuevamente al carro del género, después de haber sido el referente del terror en los años 30 con sus clásicos de monstruos: Frankenstein, Drácula, la momia, el hombre lobo, el hombre invisible... Aunque en los años 40 recuperaron esos personajes en múltiples secuelas (ya siempre confinados a la serie B), abandonaron el género a mediados de esa misma década, resucitando a sus criaturas solo para las parodias de Abbott y Costello. En esto que, en los años 50, tuvo lugar un resurgir (en realidad fue un auténtico boom) de la ciencia-ficción y el terror con sus monstruos y alienígenas, que pilló a la Universal un poco a contrapié, ya que habían dejado marchar a valiosos trabajadores como el maquillador Jack Pierce, el técnico de efectos especiales John P. Fulton, o solventes directores como George Waggner o Erle C. Kenton. Tras el éxito de algunas obras, como las apreciables "Ultimátum a la Tierra" (1951) de la Fox y "La humanidad en peligro" (1954) de Warner Bros., la Universal se vio en la necesidad de volver al género fantástico. Lo hizo creando otro personaje clásico, la criatura de la laguna negra, en "El hombre y el monstruo", y con diversas películas de ciencia-ficción, como esta.

Como muchas de aquellas cintas, "Tarántula" no se estrenó comercialmente en los cines españoles. Aquí tuvimos que esperar hasta 2007 (nada menos), para poder verla editada en DVD (ignoro si llegó a emitirse previamente en alguna televisión, en cualquier caso, nunca antes de 1994).

La película comienza con la muerte de un hombre en pijama en mitad del desierto con horrendas deformaciones en las manos y la cara. Se trata de un investigador que trabajaba en un proyecto secreto. El médico del pueblo cercano sospecha algo, más aún cuando el profesor colega del fallecido, parece tener prisa por enterrarlo sin autopsia. Días después llega al pueblo una atractiva joven, una bióloga que desea continuar sus estudios como ayudante del científico. El médico se ofrece a llevarla a su laboratorio, bastante apartado del pueblo. Cuando llegan, ven que el laboratorio ha sufrido un incendio debido a un accidente, según el profesor, quien oculta que fue provocado por la pelea que tuvo con su otro ayudante, víctima del mismo mal que el primer muerto. El científico explica a la joven el objetivo de su investigación, en la que desarrollan un nutriente sintético que provoca un rápido crecimiento de los tejidos animales. Todos ignoran que durante el incendio escapó una tarántula tratada con dicho producto, y cuyo crecimiento, ahora en libertad, está siendo espectacular. Nuevas muertes e indicios alertarán al joven médico del espantoso ser al que se tendrán que enfrentar.
 
"Tarántula" intentaba explotar el éxito de la citada "La humanidad en peligro", a la que claramente imita: si allí eran hormigas descomunales, aquí es una araña gigante. En ambos casos, el escenario es el desierto. Pero si las hormigas eran producto de una mutación debido a la radiación liberada en las pruebas atómicas, la araña es consecuencia del tratamiento con un nuevo nutriente sintético. Esta idea permitía incorporar la subtrama de los humanos deformes, víctimas de su autotratamiento con dicho nutriente, idea inspirada en un episodio de la serie televisiva "Science Fiction Theatre" (en España, "Misterios de la ciencia"), escrito por Robert M. Fresco, quien firma aquí como coautor de la historia y del guion. De este modo, se conseguía crear, como pretendía el director, una doble línea narrativa: por un lado, los efectos del nutriente sobre los animales y sobre el ser humano (en particular sobre sus creadores) y, por otro, la actividad destructiva y catastrófica del arácnico.
 
El director es Jack Arnold un eficaz artesano y un nombre fundamental en la ciencia-ficción de los 50, que triunfaría en la serie B con títulos tan destacados como "El hombre y el monstruo" o "El increíble hombre menguante". Arnold contaba con el apoyo de algunos notables veteranos de la Universal, como el director de fotografía George Robinson, el director artístico Alexander Golitzen o el decorador Russell A. Gausman. Aunque sin acreditar, la música era obra de un joven Henry Mancini, en colaboración con Herman Stein, si bien en los créditos solo aparece el director del departamento musical de Universal, Joseph Gershenson.
 
El argumento toca un tema clásico de la ciencia-ficción de catástrofes: la rebelión de la naturaleza contra aquellos que tratan de desentrañar sus secretos. Como en otras obras de la época, es la ciencia la responsable de la catástrofe, debido a efectos no deseados de sus experimentos sobre la naturaleza. Una ciencia que, tras la detonación de las bombas atómicas, provocaba la desconfianza del ciudadano medio. En la película, la araña volverá, por supuesto, a la casa donde se crió, igual que el asesino regresa al lugar del crimen. Una vez allí la destruirá, provocando la muerte de su creador, no sin antes asomarse a la ventana y mirar a la chica, como King Kong en el rascacielos, aunque en este caso no se trata de una mirada amorosa (al menos aparentemente).
 
Pese a seguir ciertos parámetros del género, Jack Arnold huye aquí del convencionalismo del científico loco. El profesor responsable del proyecto (interpretado por un veterano de la talla de Leo G. Carroll, habitual secundario de Alfred Hitchcock) persigue la noble intención de acabar con el hambre en el mundo gracias a su nutriente. Además, critica a sus compañeros fallecidos por probar consigo mismos un producto experimental que aún estaba siendo evaluado en animales. Eso sí, defiende su investigación a capa y espada. Como no podía ser de otro modo, acabará siendo víctima de su propia invención, como otros personajes del género: el doctor Jekyll, el hombre invisible o, años más tarde, el protagonista de "La mosca".
 
Arnold filma la historia con gran economía narrativa: sabe en todo momento lo que quiere contar y para qué. Y, por supuesto, con gran economía presupuestaria, para lo cual los parajes desérticos son ideales: completamente gratis. Además, dosifica hábilmente las apariciones de la araña, que escapa del laboratorio en la primera parte de la película, cuando aún no tiene más que el tamaño de un perro, y no vuelve a aparecer hasta transcurrida más de la mitad del metraje. Esas nuevas apariciones son breves y solo al final se explayará en dejar a la bestia campar a sus anchas. Su planificación a la hora de utilizar las transparencias de los efectos especiales están particularmente logradas en general (en especial en secuencias nocturnas), logrando simular con acierto el continuo aumento de tamaño del bicho, que llega a superar el de una casa. Y es que, tanto en este subgénero de la ciencia-ficción como en el cine X, el tamaño importa. Por cierto, que se trata de arañas reales filmadas por separado y luego sobreimpresas en la película. Conviene resaltarlo, porque es muy meritorio hacer que todo eso acabe encajando en una misma imagen (y sin ordenadores y con cuatro duros). Pero lo consiguen con gran acierto.

En el lado negativo, decir que en algunas escenas los efectos cantan, y podemos ver, en algún momento, como una pata de la araña desaparece incluso sin quedar oculta por el cerro tras el que se supone está apoyada. Sin duda, las prisas por acabar algunas escenas o el presupuesto (que fue, incluso, menor del habitual para este tipo de producciones) son las responsables. Por otro lado, el chasco que te llevas cuando esperas ver la destrucción del pueblo y van y destruyen a la criatura y termina la película antes de que eso suceda. Tampoco las máscaras de los afectados por la deformación son lo mejor de la película.

Los actores, aunque no brillan con sus interpretaciones, están correctos y más certeros de lo que suele ser habitual en este tipo de cine. Me ha sorprendido que la chica, no es una simple mujer-florero-lista-para-ser-salvada. El director evita ese otro cliché y presenta a una chica independiente, inteligente, cultivada, dedicada a la ciencia y, pese a ello, atractiva. Una chica capaz de desarrollar una actividad más allá de acompañar al héroe de turno (si bien es cierto que, a la hora de la verdad, necesita ser salvada).

Por cierto, que uno de los pilotos de los aviones del ejército es, un casi debutante, Clint Eastwood. Hay que estar atento, porque su aparición es casi un cameo.

La moda de los artrópodos gigantes no acabaría aquí. Sin pretender ser exhaustivo, más adelante serían afectadas, al menos, mantis religiosas ("The Deadly Mantis", 1957), saltamontes ("The Beginning of the End", 1957) y escorpiones ("The Black Scorpion", 1957).

Una película modesta, pero entretenida y bien facturada (dentro de sus limitaciones, que hay que tener en cuenta). Desde luego, no es una película profunda que invite a la reflexión, en la línea del cine de Bergman, Tarkovsky o Béla Tarr.

 
   
Calificación: 6/10
Recomendación: Para frikis del terror y la ciencia-ficción de serie B
 
 
Dirección: Jack Arnold
Nacionalidad: Estados Unidos
Género: Ciencia-ficción
     Duración: 80 minutos

22 agosto 2022

El mayor y la menor

 (The Major and the Minor, 1942)


 
4 de agosto de 2022

Querido diario: 

Al fin he conseguido ver la primera película de Billy Wilder. Bueno, en realidad, no es la primera-primera, porque previamente codirigió otra en Francia en los años 30. Pero sí es la primera que firmó en solitario y la primera que hizo en Hollywood, donde desarrolló su carrera como cineasta. La tacho de la lista. Me faltan cinco o seis para completar su filmografía. Como ves, a veces, me tomo el cine como coleccionar cromos.

Se trata de una comedia, como ya el propio título sugiere. Una comedia de enredo que, vista hoy, sigue resultando divertida y entretenida, con momentos muy ingeniosos, aunque creo que, en otra época posterior, Wilder habría sacado más partido de ese mismo argumento.

Es la historia de una joven, Susan (interpretada por Ginger Rogers sin Fred Astaire), quien, harta de soportar los continuos acosos de los hombres en Nueva York, decide regresar a su pueblo con su madre. Para una emergencia así, tenía ahorrado el dinero del billete de vuelta. Pero las tarifas han subido y no tiene más dinero. Observando a la gente en la estación, se le ocurre hacerse pasar por una niña adoptando la indumentaria, voz y gestos para aparentar doce años y pagar solo un billete infantil. Dicho y hecho, no sin cierta dificultad, consigue subir al tren, donde los suspicaces revisores la acaban descubriendo fumando al final del mismo. En su huida acaba en el compartimento de un apuesto e inocente oficial del ejército (Ray Milland) que la toma por una chiquilla y la oculta y le permite pasar la noche en la otra litera. Retenido el tren por una tormenta, la novia del oficial (Rita Johnson) acude a buscarlo en coche a la mañana siguiente y descubre a la "niña" en la litera. El oficial decide poner a la niña bajo su protección y regresa a su residencia en la academia militar dispuesto a aclarar lo sucedido ante su novia y el padre de esta, otro oficial del ejército, al tiempo que cuida de Susan durante el fin de semana, antes de enviarla de nuevo con su madre. En dicha estancia, la joven será puesta bajo la custodia de los jovencísimos y apasionados cadetes.

Como puedes ver, el argumento es bastante retorcido. Precisamente, son esas giros rocambolescos los que provocan las situaciones más comprometidas para los personajes y más divertidas para el espectador. El guion, escrito por el propio director (que hacía tiempo que ya era guionista en Hollywood) y su habitual colaborador en esa época Charles Brackett, se inspira en una obra teatral, que sirve como base para el argumento de la película, al tiempo que se aleja de aquella. Está bien escrito, creando acciones perfectamente verosímiles dentro de la trama, con abundante escenas cómicas y diálogos ingeniosos. Pero, como decía antes, creo que Wilder podría haber sacado mucho más partido a este argumento, si hubiese rodado la película un par de décadas después, junto con el que luego fue su coguionista habitual I.A.L. Diamond. De hecho, juntos firmaron el guion de "Con faldas y a lo loco", otra comedia (absoluta obra maestra en este caso) cuyo tema principal vuelve a ser el de hacerse pasar por otra persona diferente.
 
Wilder demuestra desde su primer film que basta con inteligencia y unos buenos intérpretes para realizar una película notable y hacer creíble incluso la más disparatada de las situaciones.

Esta comedia de equívocos da pie a dobles sentidos con connotaciones sexuales, siempre en situaciones aparentemente inocuas (valga como ejemplo la escena en el compartimento de tren), y a jugar con la doble moral, algo que le encanta a Wilder y que queda patente en el film, aunque no de modo explícito, al bordear la pedofilia con esa atracción hacia una niña (¿anticipo de Lolita?), aunque sea una adulta en la película (pero el protagonista no lo sabe). También para mostrar la desatada libido de todos esos cadetes adolescentes (estos sí), que intentan cortejar a la invitada con sus bien aprendidos comentarios y opiniones militares sobre la línea Maginot. Pero todo ello tratado con la sutileza y el buen gusto del Hollywood clásico.

El único problema de la película es la actriz protagonista. Ginger Rogers estaba en ese momento en el cénit de su carrera. Hacía solo poco más de un año que había conseguido el Oscar por "Espejismo de amor". Y realmente se defiende bien imitando gestos infantiles o cambiando su registro vocal para hablar como una niña, la joven que era o, incluso, una anciana. Los cambios de vestuario la ayudan, evidentemente. El problema es que Rogers tenía ya 30 años. Por mucho que la disfracen o que interprete, cuesta mucho trabajo verla o confundirla con una chiquilla. Es un error de casting. En ese momento una actriz más del tipo de Judy Garland habría sido ideal para el papel.

El único que es incapaz de ver la edad de Ginger Rogers es el inocentón de Ray Milland, que tarda toda la película en darse cuenta. Me ha sorprendido verlo tan joven que casi no le reconocía. Y eso que solo tres años después rodaría la magistral "Días sin huella" (también con Wilder), donde ya lo veo "como siempre". Milland está bastante convincente en ese papel de hombre aturdido por las circunstancias, que no entiende la atracción que siente hacia esa niña y trata de evitarla, mientras adopta el rol de padre protector. Esa disyuntiva, claro está, será aprovechada en varias escenas del guion y dará pie al desenlace del film.

Por último, decir que los directivos de la Paramount que habían accedido a que Wilder, un guionista, dirigiera esta película solo por pesado, se encontraron con una película que fue bien acogida y tuvo cierto éxito, por lo que no pudieron negarse a que dirigiera nuevas películas. Gracias a eso, nació una leyenda del cine. Para mí, uno de los dos o tres mejores directores de la historia.

 

   
Calificación: 8/10
Recomendación: Para amantes de la comedia clásica de todas las edades.
 
 
Dirección: Billy Wilder
Nacionalidad: Estados Unidos
Género: Comedia
     Duración: 100 minutos

09 agosto 2022

Grease (Brillantina)

 (Grease, 1978)

8 de agosto de 2022

Querido diario: 

Ahora que estamos los dos solos y nadie tiene acceso a nuestra intimidad, te voy a confesar algo que jamás había contado a nadie: nunca antes había visto "Grease". Sé que muchos de los que me conocen se sorprenderían de saberlo, pero es así. Siempre he evitado comentarlo.

Cuando, esta tarde, he sabido del fallecimiento de Olivia Newton-John, me he apresurado a buscar la copia que tenía guardada y aún precintada y, por la noche, he perdido mi virginidad respecto al film (lo mismo que deseaban hacer respecto al sexo, los, ya talluditos, adolescentes de la película). Así, me he obligado a un visionado que tenía pendiente desde siempre, a modo de personal homenaje a la actriz y cantante. Posiblemente, alguna televisión hará lo mismo durante la semana.

Debo reconocer que, al terminar de verla, tengo sentimientos muy encontrados sobre ella: hay aspectos que me gustan mucho y otros que no. Pero, como diría Jack el Destripador, vamos por partes.

Basada en un musical de Jim Jacobs y Warren Casey, estrenado originalmente en Chicago, pero que cambió y creció bastante al llegar a Broadway, la película nos cuenta la historia de amor entre Danny (John Travolta) y Sandy (Olivia Newton-John). Ambos se conocen y se enamoran cuando veranean en la misma playa. El fin del verano les obliga a despedirse: ella debe regresar con sus padres a Australia. Cuando, finalmente, se quedan en Estados Unidos, Sandy se matricula, sin saberlo, en el mismo instituto que Danny, donde él es uno de los cabecillas de un grupo de chicos (los T-Birds). Al comenzar el curso, Sandy traba amistad con un grupo de chicas autollamadas Las Damas de Rosa (The Pink Ladies) y se apunta al equipo de animadoras. Las Damas de Rosa fuerzan un encuentro entre Sandy y Danny. Éste debe proteger su reputación de duro ante sus amigos, de modo que no trata adecuadamente a Sandy y acaba dañando sus sentimientos. Días despues, Danny intenta hablar a solas con Sandy, pero ésta coquetea con un chico del equipo deportivo. Danny intenta hacer méritos en algún deporte para impresionarla y logra reconciliarse con ella. Juntos acuden al concurso de baile que organiza el instituto y que es retransmitido por una televisión nacional. Durante el mismo, Danny acaba bailando con una anterior pareja y ambos ganan el concurso. Danny trata de disculparse con Sandy de lo sucedido en un autocine, donde pretende, además, propasarse un poquito con ella. La puritana chica le deja plantado, a pesar de lo cual asistirá a verle en una carrera con otro grupo de chicos. Allí reconsidera su actitud y, el último día de clase, acude al instituto vestida de cuero y con un rompedor look de chica mala, dispuesta a recuperar a Danny.

Dicho así, hasta parece que hay un argumento coherente a lo largo de toda la película. Pero no es así. Todo eso está, en realidad, deslavazado a lo largo del film. Hacia mitad de la película comencé a aburrirme (mala seña) y no volví a engancharme realmente hasta el número final. Bueno, en realidad me iba reenganchando en cada número musical, que disfruto en sí mismo, aunque el conjunto me canse. No, no es solo que ese argumento sea una gran cursilada (la película lo es, de principio a fin, desde los besitos en la playa, hasta que salen volando en el coche). Una historia boba puede dar lugar a una buena película, si está bien realizada y hay un guion que unifique de forma acertada todos los elementos y les dé verosimilitud. Aquí, solo veo una amalgama de escenas, de ideas y de números musicales, puestos una detrás del otro. No veo verdadera tensión entre los personajes. Es decir, falta un guion que dé auténtica unidad a todas esas escenas, y, sobre todo, que dé entidad y auténticas motivaciones a esos personajes (simpáticos, pero anodinos) al tiempo que guíe sus acciones de forma convincente e interesante. Tal como está concebido es un guion bastante endeble, con personajes que son simples bosquejos, sin profundidad alguna. No basta con dar un par de brochazos para que parezca que todo luce maravillosamante: hay que "engreasear" todo el mecanismo para que la acción fluya de modo continuo y no a borbotones. No basta, por ejemplo, con que Danny dé un tropezón en la pista de atletismo, para que Sandy se precipite hacia él y abandone al otro. No basta con meter una escena solo por hacer bonito (o bulto), aunque paralice o ralentice la (ya escasa) acción, como el número de "Greased Lightning" donde fantasean con el coche que van a construir, o el "Beauty School Dropout" en el que Frenchy fantasea con su ángel de la guarda que le dice que vuelva al instituto. Por cierto, tampoco entiendo qué aporta el hecho de que una televisión acuda al baile del instituto.

Por otro lado, veo un problema común a muchas películas, sobre todo de una cierta antigüedad, en las que se escogen a intérpretes que superan (y con mucho) la edad de los papeles que interpretan. ¿Has visto algún adolescente en esta película? El más jovencito (casi) es John Travolta, que tenía ya 24 tacos (¡ya no era adolescente, por mucho que insistas!). Newton-John tenía 30 y Stockard Channing (Rizzo) contaba con 34 añazos. El resto estaban entre esos dos límites. Sí, vale, reconozco que hay química entre los dos protagonistas, en especial en los números musicales, y que Stockard Channing destaca sobre el resto del reparto. Esto último no me extraña: ya había comprobado en otras películas posteriores que es muy buena actriz.

Luego está la parte positiva: siempre me han encantado las canciones de esta película. Todas. Incluso las que se oyen de fondo porque suenan en una radio o porque ambientan el baile. Los números musicales están muy bien realizados. Cada uno de ellos es un acierto. Las coreografías (obra de Patricia Birch) son espléndidas y, muchas de ellas, complicadas, con numerosas bailarines en plano y con acciones de distintos actores que se suceden delante de la cámara sin cortar el plano y mientras hay gran actividad de fondo. En todas esas coreografías, hay una explosión de energía que se transmite a través de la pantalla y te levanta el ánimo, cualquiera que sea éste. Sin duda, son los números musicales los responsables del éxito de esta película (todo un honor para un musical).

La fotografía es magnífica a la hora de realzar una llamativa decoración vintage, como se dice hoy día. A veces con un sorprendente y divertido toque kitsch, como en la ya comentada canción "Beauty School Dropout" con el cantante Frankie Avalon, nada menos, apareciéndose a la soñadora Frenchy. Las imágenes destilan alegría a través de la luminosidad y el colorido. En este sentido, la atmósfera que se deseaba conseguir está realmente lograda, recreando el aspecto ingenuo y naíf de los años cincuenta: los coches, la cafetería, el parque de atracciones...

Merece ser también destacada, la secuencia de los créditos iniciales, realizada con dibujos animados. Resulta simpática y va muy bien con el tema musical "Grease" que la acompaña. Es poco frecuente realizar una secuencia de animación para los créditos de una película. ¿Cuál fue la vez anterior? ¿"La Pantera Rosa"? No sabría decirlo. También los créditos finales están bien diseñados, imitando un álbum de fotos de instituto.

Destaco también la elección de varios actores de larga trayectoria para los papeles de adultos: la camarera que sirve en el local al que acuden los chicos es la rubia Joan Blondell, muy famosa en el cine de los años 30 donde ya participaba en numerosas películas de gángsters y en musicales de Busby Berkeley. Eve Arden, la directora del instituto, otra veterana de la misma época que trabajó junto a los hermanos Marx, Katharine Hepburn o Joan Crawford. El entrenador del equipo, Sid Caesar, que se inició en los años 40 y obtuvo mucha fama en televisión. Y sigo impactado al descubrir a Lorenzo Lamas en todo un recital interpretativo, dando vida al insípido y alelado deportista con el que Sandy coquetea.
 
A pesar de que no me ha entusiasmado como conjunto, sí he disfrutado (mucho) varios momentos. Sé que volveré a darle otra oportunidad algún día. No en balde, tengo debilidad por los musicales. Tal vez el truco sea verla únicamente como un divertimento intencionadamente ingenuo y hueco. O no verla poco tiempo después de "Fama", otro musical de la misma época con bastante más enjundia argumental y psicológica.
 
   
Calificación: 6/10
Recomendación: Para nostálgicos y amantes de musicales postmodernos.
 
 
Dirección: Randal Kleiser
Nacionalidad: Estados Unidos
Género: Musical
     Duración: 110 minutos


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