(Tarantula, 1955)
Querido diario:
Me encanta ver películas antiguas de terror y ciencia-ficción. Incluidas las de serie B (recuerda que este término se refiere a películas de bajo presupuesto, no necesariamente de baja calidad). Todo ese cine tiene un encanto especial por la inocencia y, en algunos casos, el gran ingenio con los que estaban realizadas. Y si eran mediocridades, hasta te puedes echar unas buenas risas con sus disparatadas historias y su palpable carencia de recursos. El caso concreto de la que hoy te comento, "Tarántula", pertenece al grupo de las estimables.
Se trata de una serie B de ciencia-ficción de los años 50, perteneciente al subgénero de los "bichos gigantes". Fue financiada por los estudios Universal que trataban de subirse nuevamente al carro del género, después de haber sido el referente del terror en los años 30 con sus clásicos de monstruos: Frankenstein, Drácula, la momia, el hombre lobo, el hombre invisible... Aunque en los años 40 recuperaron esos personajes en múltiples secuelas (ya siempre confinados a la serie B), abandonaron el género a mediados de esa misma década, resucitando a sus criaturas solo para las parodias de Abbott y Costello. En esto que, en los años 50, tuvo lugar un resurgir (en realidad fue un auténtico boom) de la ciencia-ficción y el terror con sus monstruos y alienígenas, que pilló a la Universal un poco a contrapié, ya que habían dejado marchar a valiosos trabajadores como el maquillador Jack Pierce, el técnico de efectos especiales John P. Fulton, o solventes directores como George Waggner o Erle C. Kenton. Tras el éxito de algunas obras, como las apreciables "Ultimátum a la Tierra" (1951) de la Fox y "La humanidad en peligro" (1954) de Warner Bros., la Universal se vio en la necesidad de volver al género fantástico. Lo hizo creando otro personaje clásico, la criatura de la laguna negra, en "El hombre y el monstruo", y con diversas películas de ciencia-ficción, como esta.
Como muchas de aquellas cintas, "Tarántula" no se estrenó comercialmente en los cines españoles. Aquí tuvimos que esperar hasta 2007 (nada menos), para poder verla editada en DVD (ignoro si llegó a emitirse previamente en alguna televisión, en cualquier caso, nunca antes de 1994).
La película comienza con la muerte de un hombre en pijama en mitad del desierto con horrendas deformaciones en las manos y la cara. Se trata de un investigador que trabajaba en un proyecto secreto. El médico del pueblo cercano sospecha algo, más aún cuando el profesor colega del fallecido, parece tener prisa por enterrarlo sin autopsia. Días después llega al pueblo una atractiva joven, una bióloga que desea continuar sus estudios como ayudante del científico. El médico se ofrece a llevarla a su laboratorio, bastante apartado del pueblo. Cuando llegan, ven que el laboratorio ha sufrido un incendio debido a un accidente, según el profesor, quien oculta que fue provocado por la pelea que tuvo con su otro ayudante, víctima del mismo mal que el primer muerto. El científico explica a la joven el objetivo de su investigación, en la que desarrollan un nutriente sintético que provoca un rápido crecimiento de los tejidos animales. Todos ignoran que durante el incendio escapó una tarántula tratada con dicho producto, y cuyo crecimiento, ahora en libertad, está siendo espectacular. Nuevas muertes e indicios alertarán al joven médico del espantoso ser al que se tendrán que enfrentar.
"Tarántula" intentaba explotar el éxito de la citada "La humanidad en peligro", a la que claramente imita: si allí eran hormigas descomunales, aquí es una araña gigante. En ambos casos, el escenario es el desierto. Pero si las hormigas eran producto de una mutación debido a la radiación liberada en las pruebas atómicas, la araña es consecuencia del tratamiento con un nuevo nutriente sintético. Esta idea permitía incorporar la subtrama de los humanos deformes, víctimas de su autotratamiento con dicho nutriente, idea inspirada en un episodio de la serie televisiva "Science Fiction Theatre" (en España, "Misterios de la ciencia"), escrito por Robert M. Fresco, quien firma aquí como coautor de la historia y del guion. De este modo, se conseguía crear, como pretendía el director, una doble línea narrativa: por un lado, los efectos del nutriente sobre los animales y sobre el ser humano (en particular sobre sus creadores) y, por otro, la actividad destructiva y catastrófica del arácnico.
El director es Jack Arnold un eficaz artesano y un nombre fundamental en la ciencia-ficción de los 50, que triunfaría en la serie B con títulos tan destacados como "El hombre y el monstruo" o "El increíble hombre menguante".
Arnold contaba con el apoyo de algunos notables veteranos de la Universal, como
el director de fotografía George Robinson, el director artístico
Alexander Golitzen o el decorador Russell A. Gausman. Aunque sin
acreditar, la música era obra de un joven Henry Mancini, en colaboración
con Herman Stein, si bien en los créditos solo aparece el director del
departamento musical de Universal, Joseph Gershenson.
El argumento toca un tema clásico de la ciencia-ficción de catástrofes: la rebelión de la naturaleza contra aquellos que tratan de desentrañar sus secretos. Como
en otras obras de la época, es la ciencia la
responsable de la catástrofe, debido a efectos no deseados de sus
experimentos sobre la naturaleza. Una ciencia que, tras la detonación de las bombas
atómicas, provocaba la desconfianza del ciudadano medio. En la película, la araña volverá, por supuesto, a la casa donde se crió, igual que el asesino regresa al lugar del crimen. Una vez allí la destruirá, provocando la muerte de su creador, no sin antes asomarse a la ventana y mirar a la chica, como King Kong en el rascacielos, aunque en este caso no se trata de una mirada amorosa (al menos aparentemente).
Pese a seguir ciertos parámetros del género, Jack
Arnold huye aquí del convencionalismo del científico loco. El profesor
responsable del proyecto (interpretado por un veterano de la talla de
Leo G. Carroll, habitual secundario de Alfred Hitchcock) persigue la noble intención de acabar con el
hambre en el mundo gracias a su nutriente. Además, critica a sus compañeros fallecidos
por probar consigo mismos un producto experimental que aún estaba siendo
evaluado en animales. Eso sí, defiende su investigación a capa y espada. Como no podía ser de otro modo, acabará siendo víctima de su propia invención, como otros personajes del género: el doctor Jekyll, el
hombre invisible o, años más tarde, el protagonista de "La mosca".
Arnold filma la historia con gran economía narrativa: sabe en todo momento lo que quiere contar y para qué. Y, por supuesto, con gran economía presupuestaria, para lo cual los parajes desérticos son ideales: completamente gratis. Además, dosifica hábilmente las
apariciones de la araña, que escapa del laboratorio en la primera parte de la película, cuando aún no tiene más que el tamaño de un perro, y no vuelve a aparecer hasta transcurrida más de la mitad del metraje. Esas nuevas apariciones son breves y solo al final se explayará en dejar a la bestia campar a sus anchas. Su planificación a la hora de utilizar las transparencias
de los efectos especiales están particularmente logradas en general (en especial en secuencias nocturnas), logrando simular con acierto el continuo aumento de tamaño del bicho, que llega a superar el de una casa. Y es que, tanto en este subgénero de la ciencia-ficción como en el cine X, el tamaño importa. Por cierto, que se trata de arañas reales filmadas por separado y luego sobreimpresas en la película. Conviene resaltarlo, porque es muy meritorio hacer que todo eso acabe encajando en una misma imagen (y sin ordenadores y con cuatro duros). Pero lo consiguen con gran acierto.
En el lado negativo, decir que en algunas escenas los efectos cantan, y podemos ver, en algún momento, como una pata de la araña desaparece incluso sin quedar oculta por el cerro tras el que se supone está apoyada. Sin duda, las prisas por acabar algunas escenas o el presupuesto (que fue, incluso, menor del habitual para este tipo de producciones) son las responsables. Por otro lado, el chasco que te llevas cuando esperas ver la destrucción del pueblo y van y destruyen a la criatura y termina la película antes de que eso suceda. Tampoco las máscaras de los afectados por la deformación son lo mejor de la película.
Los actores, aunque no brillan con sus interpretaciones, están correctos y más certeros de lo que suele ser habitual en este tipo de cine. Me ha sorprendido que la chica, no es una simple mujer-florero-lista-para-ser-salvada. El director evita ese otro cliché y presenta a una chica independiente, inteligente, cultivada, dedicada a la ciencia y, pese a ello, atractiva. Una chica capaz de desarrollar una actividad más allá de acompañar al héroe de turno (si bien es cierto que, a la hora de la verdad, necesita ser salvada).
Por cierto, que uno de los pilotos de los aviones del ejército es, un casi debutante, Clint Eastwood. Hay que estar atento, porque su aparición es casi un cameo.
La moda de los artrópodos gigantes no acabaría aquí. Sin pretender ser exhaustivo, más adelante serían afectadas, al menos, mantis religiosas ("The Deadly Mantis", 1957), saltamontes ("The Beginning of the End", 1957) y escorpiones ("The Black Scorpion", 1957).
Una película modesta, pero entretenida y bien facturada (dentro de sus limitaciones, que hay que tener en cuenta). Desde luego, no es una película profunda que invite a la reflexión, en la línea del cine de Bergman, Tarkovsky o Béla Tarr.
Calificación: 6/10
Recomendación: Para frikis del terror y la ciencia-ficción de serie B
Dirección: Jack Arnold
Nacionalidad: Estados Unidos
Género: Ciencia-ficción
Duración: 80 minutos
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